Una verdadera catástrofe

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Luis Riveros

En los dos extremos de nuestro Continente se vive un drama humano de extraordinarias proporciones. En el sur de los EE.UU. y en el norte de Chile, se agolpa una verdadera multitud de inmigrantes ilegales que son resultado, fundamentalmente, del hambre que azota a sus países de origen, a la falta de oportunidades para desarrollarse normalmente como personas y familias, y a la persecución que en muchos casos afecta a segmentos importantes y visibles de la población. Haití es un país caracterizado desde hace mucho por una pobreza endémica, rodeada además por un tremenda inequidad y ausencia de perspectivas de realización para niños y jóvenes, quienes ven en la inmigración ilegal hacia otros países, una salida a su desesperada situación. En el caso de Venezuela, foco principal de emigración hacia el norte de Chile, se viven también necesidades derivadas de un régimen político que ha generado escasez y en no poca medida, una singular persecución política contra los disidentes. En el caso de la emigración haitiana, el Gobierno de Chile parece haberlos estimulado o ayudado a venir hacia nuestro país, luego de lo cual probablemente han tratado de acudir al país del norte. En el caso de los venezolanos, parece no haber existido una política que trate ordenadamente con el problema, generando una verdadera avalancha humana que ha puesto a varias ciudades del norte en una difícil situación sanitaria y de convivencia. La cuestión es que prevalece una verdadera crisis inmigratoria, que amenaza la estabilidad interna de un país relativamente pequeño como es Chile.

Hay carencia de políticas formalmente establecidas para abordar el problema, y hay también ausencia de autoridad gubernamental, la cual debiese tener un rol decisivo en un tema que verdaderamente afecta a la seguridad y a la convivencia nacional. Ello ha llevado en Iquique a una protesta ciudadana, que se ha expresado de la peor manera por medio de violencia y de un verdadero repudio al inmigrante. El humanismo se sigue perdiendo como norma de vida ciudadana, en la misma medida en que la autoridad no ejerce su rol orientador sobre como tratar la presión insostenible en nuestras fronteras. La situación que viven Iquique y Colchane, solo por nombrar dos situaciones límite, es inaceptable y reclama por la definición de políticas y el ejercicio de autoridad. Los tristes eventos recientes han servido solamente para que las diversas candidaturas exploten a su conveniencia el drama que se vive, incluyendo las posiciones manifiestas de quienes también apoyan el régimen que gobierna a Venezuela con tan funestos resultados. No ha existido debate sobre los temas de fondo, sobre el cómo y dónde intervenirla autoridad y con qué instrumentos. El debate se da más bien a través de los matinales, que explotan de manera inmisericorde el drama que viven personas en situación de inmigración ilegal.

Una mujer declaraba que en Venezuela el salario mínimo alcanzaba a 5 dólares mensuales, y que eso le permitía comer sólo dos días a ella y su grupo familiar. Ella y muchos otros manifestaron su situación desesperada, que merece mucho más que una entrevista televisiva o la expresión generosa de grupos políticos o religiosos y sociales. El drama que se vive es desgarrador, como así también el sufrimiento de los niños que están envueltos en esta verdadera catástrofe. Es inexcusable la ausencia de autoridad, la carencia de normas específicas, la nula adopción de medidas de contingencia. Todo parece radicar en la acción de las autoridades locales, simplemente sobrepasadas por la seriedad del problema presente en las ciudades, y sus perniciosos efectos en materia de convivencia. La ciudadanía tiene la impresión que se está improvisando a costa del dolor de los inmigrantes y de la calidad de vida de la ciudadanía nortina. Es hora que se explicite el cuadro de acciones para detener o aminorar esta debacle, la cual no puede seguir siendo utilizada sólo como moneda de cambio para el debate político contingente.


Prof. Luis A. Riveros

europapress