​¿Por qué es tan difícil la política? O, ¿Por qué tengo que seguir aprendiendo de mis nietos?

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Mario Astorga

Oí llorar a mi nieto Juan. Siendo el único adulto cerca, y habiendo sido dejado específicamente a cargo, corrí a ver que pasaba. En dirección hacia mi venía mi nieta María, su hermana, apurada a contarme que Juan la había mordido y me mostraba el lugar específico donde eso había ocurrido y cierto, tenía unos dientes levemente marcados en el brazo.

Me costaba entender la situación, Juan, que había mordido, lloraba, pero María, que había sido mordida no lloraba, y ella no es tan reacia al llanto cuando es contrariada.

Dado que Juan lloraba desconsoladamente, mientras lo calmaba me vi forzado a preguntarle varias veces a María porqué lloraba su hermano. Ella siempre partía con la respuesta… mi hermano me mordió, pero nunca terminaba la frase, o creo que la terminaba, pero de manera inaudible. Finalmente al quinto intento, la respuesta partió con el consabido “el me mordió” y un muy tenue “ y yo le pegue”.

Le llamé la atención, “María, no puedes pegarle a tu hermano más chico”.

En otro lugar, y cuando finalmente Juan se había logrado calmar, le llamé la atención, “no puedes andar por el mundo mordiendo a la gente que no hace lo que tú quieres”.

Superado, aparentemente, el incidente, al poco rato me encuentro a María auto-encerrada en el rincón más pequeño de su castillo de juguete (de esos que se pueden fácilmente armar y desarmar de distintos tamaños). Voy y le pregunto ¿Porqué estas encerrada ahí? Tengo pena y no voy a ser más tu princesa. Me responde.

¿Por qué?, le pregunto, “porque me retaste a mí y Juan me mordió y no lo retaste”.

Le expliqué que sí lo había retado, que lo hice en otro lugar, solo que ella no vio mientras lo hacía. Es obvio que le había llamado la atención a Juan, no quiero tener un nieto que ande por ahí mordiendo para conseguir lo que quiere, no es bueno ni para él, ni para mí, ni para su familia, ni para la sociedad; a la próxima puedo ser yo el afectado…. Pero para ella mi explicación no fue suficiente y seguía auto encerrada en un diminuto rincón del castillo.

Juan, menos consciente del conflicto recién ocurrido, y de su consecuencia, quería volver a jugar con María, pero ella no estaba dispuesta y seguía auto enclaustrada en su elegido rincón, con la cabeza baja y los brazos caídos. Claramente había un desbalance que debía ser resuelto. Le pedí a Juan que me pasara el juguete que tenía en la mano en ese momento y le dije, tu hermana lo va tener hasta que tu vayas donde ella le pidas perdón por morderla, y le des un beso. María estaba tan dolida que, en primera instancia ni siquiera quiso recibir el juguete en custodia, pero luego lo aceptó, aunque sin cambiar su actitud de abatimiento. Juan estaba molesto con la situación, quería su juguete devuelta sin pagar el precio que le había establecido, pero al cabo de un rato entró en razón, se acercó donde su hermana, le pidió perdón, en su idioma, y le dio un beso.

En segundos la situación se había superado y ambos hermanos jugaban alegremente compartiendo los juguetes.

¿Por qué publico esta cuento infantil, 100% real y común en todos los hogares en un diario de Negocios y Política? Porque gracias e mis nietos vengo a comprender algunos aspectos básicos de la vida y que hacen tan difícil la política o el arte de gobernar los asuntos que afectan la vida en sociedad y enumero los que me surgieron de esta situación:

Porque no siempre la verdad lo que primero se ve. Muchas veces hay que investigar con seriedad para llegar a la verdad. Sobran los políticos cuyas respuestas son reacciones comprometidas con una parte de la verdad sin buscar toda la información relevante.

Porque muchas veces, más que la sanción a un error cometido, lo que duele es la percepción de injusticia. Y sabemos que la percepción de justicia o injusticia, es eso, percepción, no necesariamente es real. Nuevamente sobran los políticos que toman posturas “políticamente ventajosas” y no se la juegan por la verdad, aunque la conozcan de sobra (Todos los que apoyan el cuarto retiro)

Los niños, más perfectos que los adultos en justicia, se pueden autocastigar, no solo manifiestan su frustración, como los políticos, castigando a otros. Cuanta falta hacen políticos que reconozcan sus errores (no solos los de su partido o su gobierno, sino los propios)

No basta “conocer vagamente” que se hizo justica, es necesario que existan gestos que permitan que la justicia se vea, se palpe, se huela. No encontraremos la unidad mientras los culpables no reconozcan, aviva voz, los excesos y errores que se cometieron antes de la UP, durante la UP, en dictadura y en el retorno a la democracia.

Mis nietos tienen solamente cuatro y dos años. Pero en 20 minutos me enseñaron más que muchos que han dedicado toda su vida a la política. Por eso es tan difícil la política, porque a medida que envejecemos vamos negando al niño con el que iniciamos la vida. 


Mario Astorga De Valenzuela

europapress