Resiliencia, gobernanza y prospectiva estratégica, la trilogía perfecta

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A1La pandemia que no cesa ha puesto de manifiesto con total claridad que las cosas no se pueden seguir manejando como hasta ahora, a nivel local, regional o global. Y que las instituciones públicas, las empresas, los organismos internacionales y la ciudadanía, no podemos seguir en la ilusión prospectiva de un mundo que supuestamente vivirá en un constante progreso con un modelo de crecimiento como el que tenemos hasta ahora. Ya no se trata de capitalismo versus comunismo, o de neoliberalismo versus socialismo, sino de sentido común.

Las voces de alerta sobre el medio ambiente, la desigualdad, la pobreza, la exclusión digital, provenientes de los centros de estudios y de investigación, de grupos de científicos de diferentes partes del mundo, líderes políticos visionarios, autoridades de organismos multilaterales especializados, no fueron escuchadas o debidamente ponderadas.

En 2015 y posteriores, se adoptaron acuerdos internacionales de gran trascendencia en cambio climático (París), financiación del desarrollo (Addis Abbeba), migraciones (Marruecos) y el más comprensivo, el de los ODS de la Agenda 2030 (ONU). Ninguno de ellos se está cumpliendo conforme a los compromisos adquiridos.

A la OMS, vilipendiada pese a haber advertido expresamente sobre la pandemia que venía, se la hace responsable de la salud global y se le exige que investigue, oriente, difunda, controle, pero tiene un presupuesto bi-anual apenas equivalente a 2,5% del gasto anual en salud de Francia. Y equivale asimismo a lo que se gasta en el mundo en cigarrillos en un día.

En el comercio, la OMC ha prácticamente paralizado sus funciones de negociaciones, control y seguridad jurídica, por bloqueo de EEUU, con lo cual el comercio internacional está sin posibilidad real de recuperarse y expandirse con las reglas de equidad que dieron origen a la OMC, y tampoco entrar en una nueva ronda de negociaciones para adaptarla a la transición digital del Siglo XXI.

La situación ha llegado al límite, y por lo menos puede decirse que “gracias” a la pandemia, se ha comenzado a tomar conciencia globalmente, en los organismos multilaterales, los gobiernos, las agencias internacionales y la propia comunidad, de que se debe dar un giro, un golpe de timón pronto y eficaz en el modelo de desarrollo.

Más vale tarde que nunca.

El consenso al que se está llegando, que podríamos calificar de “humanismo pragmático”, pero que dista mucho aún de consolidarse, implicaría:

1. En cuanto a la pandemia, asumir que nadie se salva solo. Por lo tanto, las medidas sanitarias inmediatas, como la vacunación y el reforzamiento de la atención hospitalaria, deben alcanzar a toda la población mundial. No hacerlo, representará una vulnerabilidad global permanente.

2. Un nuevo enfoque, y un nuevo diseño, urgente, de la cooperación al desarrollo y su financiamiento, para que la salida de la crisis sea completa y duradera, ya que los efectos multidimensionales del COVID-19 están causando estragos en las naciones más pobres y de desarrollo medio, desequilibrio global que afectará no sólo a los países señalados, sino a los desarrollados también. Por ejemplo en migraciones, convulsión social, terrorismo y crimen internacional.

3. Tratar esta emergencia global como una “sindemia”, pues las causas del COVID-19 enraízan con lo ambiental y su irreductibilidad es mayor y persistente en las poblaciones más pobres. Por lo tanto, no basta con las vacunas ni los cuidados médicos, sino que el acento debe estar puesto de manera integral en todos los factores predisponentes y desencadenantes.

4. Un rediseño completo del sistema de gobernanza global, mediante la reforma de los organismos internacionales, para la paz, la seguridad, el desarrollo y la cooperación, empezando por la ONU, las agencias especializadas y el sistema económico, comercial y financiero internacional.

5. La centralidad de la prospectiva estratégica en la gobernanza global, para el diseño de las políticas públicas y disponer de una capacidad predictiva y anticipatoria frente a futuras crisis, de cualquier naturaleza.

En los últimos seis meses, este consenso se ha empezado a materializar en algunas medidas concretas de inmediato y mediano plazo. Han surgido alianzas públicas y privadas para la resiliencia impulsadas desde la OCDE, la UE, el BID, la OMS y recientemente la OMC. Estos organismos han reforzado o implementado medidas para reforzar la gobernanza y la cooperación, y al mismo tiempo, han puesto en marcha unidades de prospectiva estratégica para la toma de decisiones.

El encuentro de Davos, del World Economic Forum, que acaba de terminar, ha congregado a 20 presidentes o jefes de estado, por ejemplo, de China, Alemania, Francia, Argentina, Colombia, Costa Rica, los líderes de los OOII, de las instituciones financieras, y los principales CEO de las multinacionales de la era digital. Todos han coincidido en lo señalado. 

Esta trilogía resiliencia-gobernanza-prospectiva, puede ser virtuosa si a las intenciones se agrega la voluntad política y la capacidad de gestión. Es lo que desde hace mucho tiempo venimos planteando los prospectivistas de todo el mundo, por ejemplo, desde el Millennium Project, la Red Iberoamericana RIBER y Foresight Europe Network, y desde luego, desde el Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia.


Héctor Casanueva

Vicepresidente del Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia. Profesor del Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Alcalá, y de las Universidades Miguel de Cervantes y Nacional de Estudios Políticos y Administrativos de Rumanía. Ex embajador de Chile.


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