Asesorías necesarias

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German Pinto

En la revisión del Gasto Tributario y diseño de una nueva reforma tributaria ha surgido el tema del costo que los contribuyentes tienen que enfrentar para cumplir su imperativo tributario. Según estudios sobre la materia, el 62% de los recursos que se destinan para el cumplimiento tributario se destina a pagar asesores en las microempresas y un 53% para el caso de las pequeñas empresas. Es decir, más de la mitad de los recursos que las pymes destinan cumplir con las acciones necesarias para pagar sus impuestos es destinado al asesoramiento de especialistas en estos temas, siendo de esta forma, muy eficiente que se establezcan regímenes tributarios simplificados y con menos obligaciones tributarias accesorias que permitan prescindir de este tipo de profesionales.

Tal como ya señalé en otra columna, no es mi intención hacer una apología de los contadores, sino señalar la importancia que representa la Contabilidad para el éxito de los negocios, siendo el elemento tributario, una de las tantas necesidades que satisface un sistema contable bien diseñado.

La sociedad y la cultura de las naciones se hacen más complejas a medida que más crecen y evolucionan, aumentando las interacciones entre los distintos sujetos que las integran, siendo el comercio un claro ejemplo de esta evolución y complejidad. Por otro lado, el comercio es una de las instituciones más relevantes en la sociedad, hecho que ha sido palmario en esta pandemia, siendo protegida por la autoridad al detinar concesiones especiales para que el flujo de bienes y servicios sigan realizándose, pese a las restricciones de movilidad que se han impuesto.

Teniendo tal sitial el comercio en el concierto de la sociedad moderna, es imperioso contar con un sistema de control y de información adecuado, característica por antonomasia que luce la Contabilidad. Ya lo decía el fray Luca Pacioli en su Summa Arithmética del año 1494 al señalar que el registro de los negocios era “de aquellas cosas que son necesarias al verdadero comerciante y del control para saber lleva bien un libro mayor con su diario en Venecia”, es decir, ya en el Siglo XV se señalaba que para poder comerciar había que tener un registro que diera la información oportuna para lograr el éxito en los negocios.

Si los negocios han evolucionado, sus registros y controles también, redundando en una disciplina que requiere mayor conocimiento y especialización. Así las cosas, el comercio obliga, imperiosamente, además de otras funciones, considerar a la función contable como parte del negocio. Si el negocio es más complejo, mayor será la complejidad de la Contabilidad y, por ende, mayor importancia recae en el profesional que desarrolla esta función.

Prescindir de ese profesional aludiendo una simplificación que redunda en una eficiencia social es algo irrisorio, pues sería como pensar en prescindir del arquitecto para construir una casa, del ingeniero para construir un puente, de un abogado para entablar un juicio y de parlamentarios para hacer las leyes.

Sin embargo, organizaciones como la OCDE promueven la implantación de sistemas simplificados de tributación que sean simples y que radiquen en el empresario la función de determinar sus impuestos, acogiéndose a sistemas resumidos y limitados de determinación de las bases imponibles, como también de simplicidad en los trámites para realizar el cumplimiento tributario, señalando como principal fundamento el porcentaje de recursos destinado para ello, en relación al ingreso generado en sus transacciones.

Lo anterior puede tener aplicación para negocios pequeños que, en su etapa embrionaria, bien podrían justificar el ahorro en los costos a través de estos criterios de atajo administrativo. Sin perjuicio de lo anterior, si aceptamos que a mayor sea el negocio, mayor es el control, debemos pensar que los regímenes para pymes que brillan por lo simple y limitado de sus registros, solo tendrán una aplicación acotada en el tiempo porque, tal como ya he señalado en otras columnas, un pequeño emprendedor se levanta todas las mañanas con el anhelo de dejar de ser pyme y prontamente convertirse en una gran empresa. Es por lo anterior que resulta hilarante pensar que la eficiencia de un sistema tributario se logra principalmente por la reducción del control que se hace de la generación de renta y de las transacciones que realizan los contribuyentes, dejando de lado el importante aporte que hace la Contabilidad para controlarlos.

Lo que sí es bien recibido son la simplificación de los trámites burocráticos que acompañan el cumplimiento tributario, como el utilizar hojas timbradas para imprimir los registros contables y el gran número de declaraciones juradas que el Servicio de Impuestos Internos año tras año obliga a presentar.

Se ha señalado que el número de estas declaraciones se limita a solo tres en promedio por cada contribuyente y, por lo tanto, cumplir con estos imperativos no representa mayor escollo, pero cada declaración jurada tiene una operatoria compleja y sus normas van cambiando año a año, pese a que el contribuyente se haya acogido a un sistema simplificado. Es decir, no por estar sujeto a un régimen que tiene menores obligaciones de registro, está exento de tener que realizar un número importante y entramado de declaraciones juradas cada año, amén del hecho que esas declaraciones juradas nutren al Servicio de Impuestos Internos de gran cantidad de información que luego analiza y realiza cruces intrincados de datos que arrojan observaciones del más variado estilo que, aparentemente, acusan alguna situación sospechosa por parte del contribuyente que debe ser aclarada, siendo esta aclaración la verdadera causa del destino de ingentes cantidades de recursos en asesoramientos y apoyos para responder a las notificaciones del Servicio para aclarar las supuestas situaciones apañadas que ha realizado el contribuyente.


Prof. Germán R. Pinto Perry

Director del Magíster en Planificación y Gestión Tributaria

Universidad de Santiago

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