Rentabilidad Social ¡Ahora!

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Germu00e1n Pinto (columnista)


Cada día vemos la estadística de los casos de infectados por COVID19 la cual demuestra una tasa de mortalidad menor que otros países. Sin embargo, nunca debemos olvidar que esos números son personas y si una muere, es un ser humano que ha fallecido y el dolor que esto involucra afecta a muchas personas que deberán llorar su partida.

El caso de las empresas, y especialmente las pymes, debe ser mirado con la misma actitud porque detrás de cada una de ellas hay trabajadores que alimentan a sus familias, lo que genera un efecto multiplicador que nos debe poner en alerta de los efectos devastadores que se producirán en nuestra economía, que pueden derivar en una muerte social que genere efectos casi tan devastadores como la partida de un ser querido.

El hecho de tener a un empresario o a un trabajador en cuarentena, aunque realice teletrabajo, es un factor de detrimento en la generación de ingresos, para los empresarios como también para sus trabajadores.

Es un hecho palmario que el comercio está detenido, además de otros sectores de la economía como el turismo, restoranes y servicios como peluqueros, sastres, gimnasios; así también servicios informales como jardineros, gasfíter, limpieza y otros. Ante este panorama, la Autoridad ha impulsado un plan de apoyo e incentivo para que los bancos y otras instituciones ofrezcan créditos blandos a tasas bajísimas para otorgar el “oxigeno” a estas empresas que están en la UTI, facilitando un “puente de liquidez” que financie las obligaciones de corto plazo.

Sin embargo, los bancos, pese a que han hecho mucha publicidad, no han respondido en la forma eficiente y efectiva que ayude a superar el estrés que esto genera a los pequeños empresarios que ven frustradas sus solicitudes de créditos por las exigencias de información y de comportamiento financiero que considera periodos antes del Estallido Social y antes de esta pandemia.

Desde los años ochenta que los bancos han puesto su preocupación en la administración de sus carteras para no caer en los mismos pecados que llevaron al borde de la quiebra a muchas instituciones financieras en esos años, quiebra que solo se logró evitar gracias a que la autoridad económica de la época les compró sus “carteras vencidas”. Ese trauma ha llevado a estas instituciones a ser muy exigentes para otorgar sus créditos para no repetir esos niveles de baja rentabilidad económica.

Pues bien, si es totalmente correcto que maximicen sus utilidades, es tiempo de cambiar el paradigma de la rentabilidad económica por la rentabilidad social, que debe ser entendida como aquellos beneficios sociales que genera cada recurso invertido en una comunidad, los cuales no siempre corresponden a un beneficio monetario, sino en lograr el bienestar de muchas personas y, por qué no decirlo, aumentar su felicidad.

Esa debe ser la lógica que debe motivar a los bancos para realizar las evaluaciones de los créditos blandos que la Autoridad les está pidiendo en estos momentos.

¿Me refiero a que deben medir si serán felices sus clientes? No, me refiero a que utilicen la lógica de que si no ayudan a sus clientes o no ayudan a nuevos clientes que son emprendedores con sus negocios detenidos, no van a tener a quien dar créditos en el futuro cuando todo esto pase, porque de seguir el estado calamitoso que están sufriendo las pymes en estos días, tendremos a muchas de ellas quebradas y no habrá sujetos de crédito que interesen a los bancos. Es decir, los bancos deben mirar la situación con pragmatismo y otorgar créditos a negocios con malos resultados en sus evaluaciones de crédito, porque ahora es difícil tener buenos índices si tienen nulos ingresos, pero apostando que en un futuro podrán responder cuando la cuarentena pase y podamos volver a realizar nuestras actividades.

Además de lo anterior, tienen que aplicar una generosidad social y no exigir un horizonte de rentabilidad en el corto plazo, sino aceptar un detrimento en las rentabilidades que históricamente han tenido los bancos en los últimos 20 años, pensando en obtener rendimientos económicos más moderados y adecuados a nuestra realidad económica, apoyando ahora a las empresas con problemas porque detrás de ellas hay personas y no solo números, reconociendo que hay familias que están sufriendo el encierro en que se encuentran y, además, el estrés de ver limitados sus esfuerzos para generar el mínimo de ingresos para su subsistencia.

Es por lo anterior que insto a los evaluadores de crédito a ponderar la rentabilidad social en vez de la rentabilidad económica, ya que seguir exigiendo los estándares de evaluación de créditos hasta ahora requeridos, provocará que muchas empresas mueran y se hagan realidad las proyecciones de magros resultados en el futuro que nos perjudicarán a todos como país.


Prof. Germán R.Pinto Perry

Director Magíster en Planificación y Gestión Tributaria

Universidad de Santiago

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