​Ley Karin: De la teoría a la práctica

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Cristiau0301n Aguayo  (1)

Por más de tres décadas he acompañado a empresas en la adaptación de sucesivas reformas laborales. Sin embargo, pocas normas han generado un remezón tan profundo y tan desigual en su implementación como la Ley Karin. La reciente encuesta de la Cámara Nacional de Comercio confirma esta asimetría: mientras las grandes empresas han avanzado con mayor rapidez, también son ellas las que concentran la mayor cantidad de denuncias. Y no porque tengan peores climas laborales, sino porque cuentan con canales formales, protocolos conocidos por sus trabajadores y que entienden que existe un procedimiento al cual acudir.


El 38% de las compañías encuestadas declara haber recibido denuncias desde la entrada en vigencia de la ley. Es un número significativo, pero también revela que más de la mitad del empresariado aún no vive un caso concreto. Esto, lejos de ser una buena noticia, podría evidenciar una falta de capacitación, de comunicación interna o, peor aún, de confianza en los mecanismos disponibles. La cultura del respeto resguardado con un sistema que lo ampare no surge por decreto, se construye en el tiempo, y para muchas organizaciones es una tarea pendiente.


Otro dato preocupante, sin embargo, es otro: solo un 2% de las empresas que investigaron denuncias recurrió a un apoyo externo. La mayoría optó por investigaciones internas, realizadas muchas veces por equipos que, aun con buena voluntad, carecen de experiencia técnica en procedimientos de acoso, estándares probatorios y resguardos de debido proceso. Esto abre riesgos, como investigaciones insuficientes, decisiones sin sustento y/o vulneraciones involuntarias de derechos fundamentales. En un contexto donde las multas, fiscalizaciones y eventuales litigios pueden tener un impacto financiero importante, seguir improvisando es un lujo que se debe evitar.


La Ley Karin, en su espíritu, no fue diseñada para sancionar, sino para ordenar, prevenir y hacer de nuestros lugares de trabajo un espacio protegido. Obliga a revisar dotaciones, actualizar reglamentos internos, capacitar a trabajadores y jefaturas, pero sobre todo fortalecer los canales formales y generar una cultura del respeto mutuo. Muchas organizaciones ya lo comprendieron y están transitando este camino con disciplina. Otras, en especial medianas y pequeñas, siguen enfrentando la norma con una mezcla de incertidumbre y temor, tal como lo vivieron quienes, antes de su entrada en vigor, buscaban entender cómo proceder frente a un marco legal nuevo, exigente y aún en proceso de interpretación administrativa.


Lo que viene requiere madurez y aprender a partir de la experiencia. No basta con reaccionar cuando la denuncia llega. La clave está en la prevención. Ello implica planes de comunicación claros, entrenamientos o capacitaciones periódicas y, sobre todo, decisiones oportunas de la alta dirección. Porque la implementación de esta ley no es un trámite de cumplimiento: es un test ácido de gobernanza interna, de cultura organizacional y de la capacidad real de cada empresa para gestionar riesgos laborales con profesionalismo.


En ese contexto, buena parte de este análisis forma parte del libro que he terminado de escribir en conjunto con la psicóloga Carola Lagos, Ley Karin: De la teoría a la práctica. Su objetivo es simple: entregar herramientas concretas para quienes deben operar esta normativa día a día. No solo para áreas de personas, sino también para abogados laborales, equipos de cumplimiento, comités paritarios, gerencias generales y cualquier organización que quiera comprender a fondo cómo aplicar una norma que ha significado cambios.


La Ley Karin seguirá evolucionando. Vendrán dictámenes más precisos y jurisprudencia que, como ha comenzado a ocurrir, ordenará criterios. Pero hoy, el desafío es pasar de la reacción a la gestión preventiva. En un entorno regulatorio que avanza rápido y donde el costo reputacional de un error puede ser muy costoso no solo desde el punto de vista económico, sino que de imagen corporativa, las empresas que den ese paso no solo cumplirán la ley; también construirán entornos laborales más sanos, más productivos y más sostenibles en el tiempo. Y, si algo es sabido, es que quienes se anticipan siempre terminan liderando.


Cristián Aguayo

Socio AEM Abogados

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