No hay dudas de que el crecimiento de Chile ha venido de la mano con el desarrollo de su matriz energética, en especial con la llegada de la electricidad, primero a las grandes ciudades del país en los albores del siglo XX, para dar paso posteriormente a la electrificación del mundo rural, sector que durante las primeras décadas del siglo pasado contaba con una población en desarrollo, pero dispersa en grandes extensiones y recónditos parajes.
Para 1921, cuando se creó la Compañía Chilena de Electricidad Limitada (que luego pasará a llamarse Chilectra y en la actualidad Enel Distribución Chile), los hogares chilenos comenzaron a acceder a la electricidad. Un avance importante que se traducía en tener iluminadas casas, calles y avenidas, se implementaban medios de transporte como el tranvía más otros beneficios que se fueron sumando a lo largo del tiempo.
A principios de la década del 40, se implementa el “Plan de Electrificación del País”, dando paso a la creación de la estatal ENDESA bajo el alero de CORFO. Este hito permitió que grupos de agricultores desarrollaran un modelo asociativo pionero en lo rural, como son las cooperativas eléctricas rurales de distribución de energía.
En 1963, se conformó la Federación Nacional de Cooperativas Eléctricas Rurales, FENACOPEL, cuyo propósito inicial era llevar energía eléctrica hasta aquellos sectores de nuestro país en que no era posible contar con este suministro, instalándose principalmente en sectores rurales y alejados de los grandes centros urbanos.
Hoy, la Federación reúne a las cooperativas CEC, COPELEC, COELCHA, COOPELAN, SOCOEPA, COOPREL y CRELL, que en su conjunto proveen de energía eléctrica a 225.593 clientes, siendo un hito relevante el hecho de que el 100% de sus capitales son chilenos, donde los socios de cada cooperativa son los dueños de la misma y generando una gran riqueza local.
Actualmente, las cooperativas eléctricas son mucho más que la entrega de un servicio eléctrico de calidad. Para quienes son socios de una cooperativa asociada en la Federación se han sumado una serie de beneficios que son propios del mundo cooperativo, como son: cuotas mortuorias, becas en universidades, liceos industriales y agrícolas, becas de alimentación, traslado y casa de acogida para hijos de socios vulnerables, apoyo pedagógico, a juntas de vecinos con premios para bingos y donaciones, apoyo a clubes deportivos con indumentaria, entre otros.
Además, las cooperativas han incursionado en otras líneas de negocio en busca de benéficos para sus socios y clientes. En este contexto, participan en las áreas de capacitación, retail, seguros, crédito, inmobiliario, farmacia, automotriz, agro ferretería, apícola, servicios fúnebres, entre otros. En la actualidad, las cooperativas eléctricas son reconocidas por sus usuarios, destacando su atención personalizada, cercana y en donde se prioriza su rol social.
Como se ha descrito, las cooperativas eléctricas han sido uno de los grandes motores del desarrollo regional y local, y en este 2025, a más de ocho décadas desde la conformación de las primeras cooperativas eléctricas podemos visualizar un futuro que de seguro traerá mejoras concretas para los habitantes del mundo rural. Valoremos entonces, los enormes beneficios del modelo cooperativo que pone en el centro de su acción a las personas.
Jaime Ugarte Cataldo
Presidente de FENACOPEL