La COP30 (Belém, 10–21 de noviembre de 2025) se acerca con un objetivo claro: la era de los anuncios terminó, es hora de cerrar la brecha entre éstos y la ejecución. Brasil pone a la Amazonía, la bioeconomía y los pueblos indígenas en el centro, y propone mecanismos de financiamiento, como el Tropical Forests Forever (iniciativa global que busca conservar y restaurar bosques tropicales), que aspiran a coordinar esfuerzo público y privado y reservar ciertos fondos específicos para comunidades indígenas.
Las decisiones de esta nueva COP tendrán un carácter técnico y político. Los países presentan sus NDC a 10 años del acuerdo de París -compromisos climáticos con metas a 2035-, los que deben evolucionar de promesas amplias a cronogramas sectoriales concretos, con objetivos, responsables y presupuestos definidos. En términos prácticos, significa avanzar de los anuncios a la ejecución, con financiamiento verificable y sostenido.
El nuevo objetivo colectivo de financiamiento ya no puede quedar en una cifra aspiracional. Se requiere avanzar hacia mecanismos financieros efectivos -garantías, blended finance y parámetros de mercado- que vinculen la oferta de capital con proyectos viables. Asimismo, la integridad de los mercados de carbono será decisiva: sin adicionalidad, MRV (medición, reporte, verificación), trazabilidad, ni una distribución razonable de beneficios locales, su legitimidad quedará en entredicho.
Para Chile la nueva NDC define un presupuesto de emisiones para 2031–2035 y un tope en 2035; herramientas como el Precio Social del Carbono (PSC) deben ser la brújula para priorizar inversiones públicas y privadas. Eso obliga a que los compromisos empresariales sectoriales “calcen” con las cifras del país y demuestren, en números, quién paga cada tramo.
Lo que se juega en esta nueva COP es concreto: actualizar las NDC con horizonte 2035, traducir metas a cronogramas sectoriales, asignar responsables y presupuestos. Sin esa traducción, la ambición se queda en eslogan.
Belém es a su vez la COP de la Amazonía, de la bioeconomía y de la participación indígena, así como también la COP del “cómo” y del “con qué se paga”, solo si la ambición viene acompañada de planes financiables, mercados con integridad y proyectos que generen beneficios locales medibles. El resto seguirá siendo buena voluntad sin ejecución.
El llamado es a priorizar el financiamiento tangible, el co-diseño territorial, y la transparencia en la acción climática.
Por María de la Paz Irarrázaval, Country Manager Manuia y Magdalena Bobadilla, Consultora Senior en Manuia.