Chile envejece aceleradamente, y lo estamos haciendo en soledad. No solo ha aumentado el porcentaje de personas mayores en el país (pasó de 6,6% en 1992 a 14%, en 2024), sino que también ha crecido la cantidad de hogares unipersonales integrados por adultos mayores de 65 años o más, representando el 40,9% de los hogares de este tipo a nivel nacional.
Esto implica cambios que impactan en diversos ámbitos las políticas públicas, siendo la vivienda una de sus dimensiones. Esta nueva composición de los hogares da cuenta de un futuro de familias más pequeñas, reduciéndose progresivamente la red de apoyo y de cuidados a personas mayores que tradicionalmente ha sido asumido por las familias. A lo anterior se suma una mayor fragilidad económica e incertidumbre: el déficit habitacional ha golpeado fuertemente a la población mayor que enfrenta dificultades para acceder o mantener su vivienda.
Ante este escenario, es esencial que repensemos nuestros modelos habitacionales enfocados en un envejecimiento activo: la tercera edad es el inicio de una nueva etapa, que al ritmo en que avanzamos, será la más larga de nuestras vidas. La pregunta que debemos hacernos es entonces ¿En qué tipo de modelos habitacionales queremos envejecer?
A formas tradicionales como las residencias para adultos mayores se han sumado otras que permiten una transición progresiva entre las distintas etapas de la vejez Modelos de vivienda colaborativa ponen al centro la vida en comunidad y presentan una alternativa para promover un envejecimiento activo y saludable desde la construcción de redes comunitarias en tipologías diseñadas para estos fines.
Se trata de mantener la independencia: cada persona con su vivienda, pero al mismo tiempo, contar con espacios comunes compartidos para combatir el aislamiento en la cotidianeidad: jardines, talleres, bibliotecas, cocinas y comedores colectivos, son áreas para el encuentro y la socialización. Estos proyectos -conocidos también como senior cohousing (modelo originario de Dinamarca a fines de los años 60) son más comunes en otras sociedades donde el envejecimiento ha sido abordado como política habitacional.
Muchos de estos modelos son autogestionados y administrados por sus propios residentes, que deciden vivir en estos proyectos en etapas tempranas de la vejez. En Chile, los Condominios de Vivienda Tutelada, son un ejemplo de política habitacional que avanza en esa dirección. Si bien todavía son acotados en su impacto y enfocados en grupos en situación de vulnerabilidad, demuestran que es posible considerar otras formas de habitar colectivo. Desde el ámbito privado, la Fundación Cohousing ha trabajado en promover la vivienda colaborativa intencional, con énfasis en la autonomía de las personas mayores.
Necesitamos, por lo tanto, diversificar los modelos habitacionales actuales que permitan entornos residenciales propicios para la vejez, ya sea enfocados en personas mayores o intergeneracionales. Nos enfrentamos a una demanda social habitacional: se trata de viviendas, pero también de redes y lazos interpersonales que aseguren un envejecimiento activo y acompañado.
Luz María Vergara d’Alençon
Comité Envejecimiento y servicios de infraestructura CPI
Profesora Asociada U. Diego Portales