El caballo chileno forma parte de nuestra historia, cultura y es considerado un legado que ha acompañado la construcción e historia de nuestro país. Oficialmente es reconocida como raza en 1893, por lo que se puede decir que es la más antigua de América, que nace desde las raíces en los primeros caballos traídos por los españoles durante el siglo XVI. Gracias a una rigurosa selección genética y un cuidado excepcional se ha adaptado a toda la geografía nacional, se consolidó como un ejemplar rústico, fuerte, dócil y dotado de una gran resistencia, haciéndolo único en comparación con las otras estirpes equinas.
Su genética ha sido refinada hacia un estándar que privilegia la funcionalidad por sobre la estética, conservando una morfología compacta, musculosa y armónica, con extremidades firmes y un temperamento enérgico, pero dócil. Esto lo convierte en un compañero versátil para el trabajo y el deporte, como se aprecia en las Pruebas Funcionales Oficiales (Aparta de Ganado, Barrilete y Rienda Chilena), donde se evalúan su destreza y aptitud. Estos animales enfrentan las faenas del campo con nobleza y cercanía hacia quienes conviven con ellos.
Más allá de lo funcional, deportivo o estético, el caballo chileno es símbolo cultural y actor clave en la vida rural, guardián de tradiciones y puente entre generaciones campesinas. La Sociedad Nacional de Agricultura mantiene su registro genealógico abierto desde 1893, y hoy, gracias a la tecnología, resguarda la pureza y autenticidad de la variedad mediante el Registro Histórico del Caballo Chileno, cuyo objetivo principal es garantizar la pureza, autenticidad y proteger el patrimonio genético de la raza chilena.
Actualmente existen varios actores que cuidan y resguardan este linaje procurando mantener y mejorar su calidad genética, fomentando la cría y el desarrollo de los ejemplares asegurando el bienestar de todos los animales, la transmisión de las tradiciones y técnicas de crianza. Los desafíos involucran elevar la mirada con el fin de explorar y desarrollar nuevas disciplinas o actividades, abrir las fronteras de la raza hacia el mundo. La federación de criadores busca posicionar al caballo chileno como un embajador cultural, mostrando sus virtudes genéticas y funcionales, y un gran relato de un país que resguarda y protege su identidad a través de sus animales. La intención de exportación no solo es una oportunidad comercial, sino expandir un patrimonio cultural vivo, lleno de tradiciones y un actor principal de la historia de nuestro país.
En estas fechas que celebramos las tradiciones culturas de nuestro país, debemos asegurar el respeto por estos animales y sus entornos que los involucran, y también a quienes los cuidan y velan por su bienestar. Preocuparnos por defender, criar y difundir al caballo chileno es apostar por algo más grande que una raza equina, proyectándola al futuro desde el vigor, brío y nobleza.
Cristian Ugaz
Académico investigador de la Facultad de Medicina Veterinaria y Agronomía, Universidad de Las Américas