La muerte del Presidente Piñera, una gran pérdida para el país

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Rodrigo Barcia

La muerte del presidente Piñera marca una dolorosa pérdida para el país, y especialmente para la derecha. Mi admiración y respeto hacia Piñera no radica en su exitosa vida empresarial, ni en su excelente primer gobierno, ni en su incasable energía. Más bien ella radica en su segundo gobierno.  Y ello se debe fundamentalmente a dos cosas. La primera fue su soledad, luego del octubrismo del 2019, el presidente Piñera fue un fantasma. El poder recuperarse de la soledad y el repudio es, sin lugar a duda, una característica heroica (terminó su gobierno con una popularidad por debajo del 10%). No sólo era odiado por la extrema izquierda, que se adueñó del país, sino por su propio sector. En lo ocurrido hubo una falta de lealtad en muchos políticos de derecha. ¡Qué difícil tiene que haber sido gobernar con una agenda ajena para la cual no había sido elegido! La tesis de Piñera respecto de lo ocurrido en esos aciagos y desquiciados días, -con pérdidas enormes de recursos humanos, materiales y de reputación del país, y que nos llevaron nada menos a la pérdida del orden público-, fue que se pretendía un verdadero golpe de estado. Y realmente su tesis tiene mucho de verdad. El Presidente Piñera asumió su segundo gobierno el 11 de marzo de 2018, contra el periodista Alejandro Guillier. En dicha votación obtuvo el 54,57% de los votos, muy superior al 45,43%, que logró su contrincante. En menos de un año, parte de los chilenos no contentos con dicha votación salieron a protestar, creyéndose dueños de la verdad, y avalando una ola de violencia nunca vista en el país. La centro izquierda no apoyó un uso democrático de la fuerza contra la violencia, ni llamó a tranquilizar a los que irresponsablemente, en ese ambiente, mantuvieron las protestas. Muchos connotados periodistas de izquierdas –que aún populan en los medios de comunicaciones- promovieron y legitimaron la violencia. El mérito del Presidente Piñera, ante este escenario totalmente fascista y antidemocrático, consistió en mantener la tranquilidad necesaria para que su gobierno no cayese. Le debemos esto a Piñera. La alternativa, tal vez, habría sido una asamblea refundacional tipo “Venezuela” (no democrática), y luego, una guerra civil o una dictadura. La  segunda razón es que el Presidente sentó las bases sobre las que construir la derecha. Una derecha coherente y no veleta. El Presidente Piñera era un demócrata, votó por el “no” en el plebiscito para la recuperación de la democracia, luchó valientemente contra las dictaduras de izquierda latinoamericanas (algo que se debería retomar a nivel latinoamericano), y lo más importante, tuvo una posición conciliadora con los que pensaban diferente a él. Dentro de este aspecto cabría recuperar los principios, que inspiraron su actuar dentro de la derecha. Una derecha que debe ser coherente, comprometida con la democracia, el crecimiento, los derechos humanos, la igualdad de oportunidades y totalmente opuesta a la igualdad material, que sólo lleva a la ineficiencia y la falta de movilidad social.  


Sin perjuicio de lo anterior, es verdad que el país ha comenzado a retomar la senda democrática, y en ese sentido el presidente Gabriel Boric está haciendo un esfuerzo por recobrar la amistad cívica entre personas que piensan distintos. Pero los hechos traumáticos de octubre del 2019 no deben olvidarse, y sobre su repudiación retomar nuestra posición histórica de un país tolerante y democrático.


Rodrigo Barcia Lehmann

Doctor en Derecho y Mag. en economía 

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