Una tríada visionaria

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Luis Riveros

Educamos en forma muy deficiente a nuestras futuras generaciones, desatando severa incertidumbre sobre el futuro. La educación se ha deteriorado por la falta de compromiso de nuestra sociedad ante la necesidad de innovar en los modelos educativos, pero principalmente por no ponerla como una primera prioridad en la política pública. No sólo porque nuestra educación otorga una débil formación en competencias básicas, como leer comprensivamente y desarrollar análisis muy básicos, sino también por la frágil, casi ausente, formación ciudadana. En realidad, una educación que no forma en el respeto por los demás fallando en su tarea esencial, que es adecuadamente integrar a la persona a la sociedad.

En estos días se han cumplido ciento ochenta años desde que un visionario Ministro diera lugar a tres iniciativas formidables en pro de la educación que la República necesitaba para su consolidación. La Universidad de Chile, la Escuela de Artes y Oficios y la Escuela Normal de Preceptores constituyeron la tríada que daría lugar a la consolidación de un sentido nacional y público de la educación. Enfrentó el Ministro Montt muchas oposiciones a esta idea generatriz, pero se impuso su visión que más tarde impulsaría con fuerza desde la Presidencia de la República. Así, se dio lugar a una enseñanza que poco a poco abarcaría una gran proporción de niños que ya sabrían leer y escribir, y se constituirían en verdaderos ciudadanos en manos de sus profesores formados en la Normal. Y la Universidad de Chile, que avanzaría para consolidarse como centro de creación y reflexión del país, “donde todas las verdades se tocan”, según aseveraría brillantemente su fundador, don Andrés Bello. Y la Escuela de Artes y Oficios, que sería clave para proporcionar el adiestramiento y el conocimiento en las técnicas que serían tan necesarias para el salto que daría Chile un cuarto de siglo más tarde. Una tríada genial, que se constituyó mediante una poderosa visión de país y de futuro, y que no estuvo sujeta al cálculo político pequeño que es lo que hoy día domina, cuando muchas iniciativas son formuladas con superficialidad y sin un horizonte que garantice nada para las futuras generaciones.

Valentín Letelier, José Abelardo Nuñez y Domingo Faustino Sarmiento destacan dentro de la pléyade de educadores de generosa visión y comprometido hacer, que serían seguidos por otros como Darío Salas y Pedro Aguirre Cerda, gestores de la Ley de Instrucción Primeria Obligatoria. Eran otros tiempos se dirá: cuando los profesores se seleccionaban en base a vocación y su preparación estaba comprometida con la formación integral de la persona, no sólo con el dominio parcial de conocimientos. Tiempos en que un aspecto formativo esencial era el desarrollo personal y ciudadano, en que se cultivaba el respeto por los demás y por el medio ambiente. Donde convivía activamente la educación privada y la estatal, estableciendo esta última los grandes lineamientos para preservar el carácter unitario de una educación que acogía a todos por igual. Tiempos en que la creciente cobertura del sistema daba lugar a la expansión tan necesaria en el marco geográfico nacional, y en que se hacían los mejores esfuerzos, a veces no carentes de errores, para brindar igualdad de condiciones en todos los niveles. Era, en todo caso, hasta los años sesenta, una educación con visión de país, con mirada futura y que no descansaba en puros ideales sino en el desempeño práctico la consolidación permanente de toda una historia.

Necesitamos hablar más de educación y las perspectivas futuras de Chile. Vano esfuerzo cuando en nuestra sociedad prima un estruendose cortoplacismo y una marcada ideologización. Y también cuando prevalece un constante enfrentamiento con debates a menudo inconducentes y sometidos al rigor sólo de las acusaciones y las improvisaciones. Inútil esfuerzo cuando la violencia domina al país, y cuando la delincuencia se ha apoderado de los espacios de libertad que le niñez necesita para desarrollar convivencia, aprendizaje social. Medio siglo más tarde las generaciones que hoy están naciendo e iniciando su vida en sociedad, se preguntarán porqué hicimos lo incorrecto, porqué no abordamos a tiempo el problema, porque no fuimos capaces de dar una mirada al futuro sin violencia, sin exclusión, sin ideologismos y con una buena educación.


Profesor Luis A.Riveros

europapress