Violencia

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Luis Riveros

Una cruda violencia nos ha invadido como sociedad, y se transforma en una dura amenaza para la convivencia y la estabilidad del país. Pone bajo cuestionamiento a las instituciones, y juega con la credibilidad de las políticas de todo tipo dirigidas a controlarla. Una de sus manifestaciones más graves es el evidente violentismo que existe en los colegios a lo largo del país, y que pone en evidencia el daño que causa la violencia como extendido mal ejemplo de convivencia social. Y es que los niños y jóvenes ven violencia a diario en sus hogares, en el barrio y en la sociedad entera. Y replican aquello en sus propias relaciones al interior del colegio, entidad que se ve muchas veces inhabilitado para ejercer disciplina y para prodigar acciones contrarias a la violencia escolar que estamos sufriendo. Los jóvenes ven como, cualquier eventual conflicto, se propone ser resuelto con acciones de la mayor violencia posible: las protestas no son ya sólo piedrazos, sino también incendios de edificios, destrucción del mobiliario público, agresión a la autoridad y a la ciudadanía toda, desconocimiento de las leyes, destrucción de comercio, edificios públicos, iglesias y de todo lo que aparece como blanco fácil para verdaderas hordas vandálicas. Y como si fuera poco, los medios de comunicación ponen de relieve la violencia delictual que cobra vidas inocentes casi a diario. Y para que decir sobre la violencia en la zona de la Araucanía, en que aparecen personas con armamento pesado donde se quitan vidas diariamente y se destruye con total impunidad el patrimonio de todos. En realidad, todo esto transforma nuestro diario vivir en una verdadera escuela activa de violencia, dirigida a niños y jóvenes que absorben esto como una verdadera fuente de enseñanza de vida en sociedad.

Hace pocos días en un colegio católico de Valparaíso un grupo de estudiantes de 4° año básico (!!!) hizo víctima a un niño a quien le extrajeron sus pestañas mientras era férreamente sujeto por sus propios compañeros. Este brutal acto de violencia, complementa aquellos observados en muchos otros colegios, donde los combates físicos entre estudiantes, la agresión de unos a otros, y la ausencia de respeto por la vida en comunidad y por la propia escuela a la que pertenecen se han hecho cosa diaria, para verdadero espanto de las familias. Hasta un estudiante se atrevió a amenazar a su colegio con una “matanza”, así imitando las balaceras que a diario reportan las noticias. Todo esto poco edificante espectáculo al que nos estamos acostumbrando, causa mayor deterioro en nuestra educación, y hace decaer la calidad del trabajo en aula, y la necesaria identificación de las familias con el proyecto escolar.

Los medios de comunicación hacen poco para corregir estas conductas, que tampoco son posible de corregir de inmediato. Pero no hay condena a la violencia, sino sólo la comunicación más efectista posible de los actos que se observan a diario, buscando seducir al morbo y convirtiéndose en un modo de repetir y proyectar lo mismo a toda la esfera social. Las familias están haciendo poco para corregir conductas, sujetas las más de ellas a la influencia de esos medios de comunicación y las acciones violentas que a diario se enseñorean en calles y plazas. La autoridad debe encabezar una activa compaña para que medios de comunicación y familias se complementen para corregir conductas, mejorar la evaluación que se proporciona a la buena convivencia y erradicar, como sea posible, el mal de las mentes infantiles. Y qué decir del rol que deben jugar las entidades educacionales no sólo para modificar conductas de modo contingente, sino también para proporcionar buena educación sobre convivencia y paz en la comunidad. Hay que darle más autoridad a los profesores y a los encargados del orden en cada escuela. De otra forma, el pronóstico es aterrador para el futuro.

Una sociedad que alimenta más violencia y que permite que siga la escalada violentista desde las más jóvenes generaciones, es una sociedad sin futuro, y que seguirá creciendo en la desconfianza, el descrédito de las instituciones y el fomento de un clima de beligerancia incompatible con una vida normal y sostenible.


Prof. Luis A. Riveros 

europapress