El oprobio nacional

|

Luis Riveros (columnista)Nuevos escenarios de violencia se verifican a lo largo del país. Como secuela, hay jóvenes y policías heridos seriamente, muchos detenidos y hasta un asesinato en la golpeada Región de la Araucanía. Hay ataques incendiarios a propiedad privada y también pública, incluyendo buses del transporte público. Son éstos resultados insensatos que se atribuyen a protestas cuya justificación es sujeta a múltiples especulaciones. Unos dicen que se trata de protestar por la difícil situación social por la que pasan distintos grupos de población. Otros la atribuyen a la exigencia de que el poder político cese en sus funciones, gobierno y parlamento incluidos. Aún más, algunos simplemente protestarían contra el Estado, el orden establecido, la existencia de normas y obligaciones para todos, y la existencia de una amplia insatisfacción con nuestro modo de vida como sociedad. Todo esto puede ser muy entendible en un marco amplio de ideas, pero no es justificable que ello ocurra cuando se está proyectando lo que los políticos determinaron hace algunos meses era la causa del problema: la necesidad de escribir una nueva Constitución. Si esto era la causa del malestar expresado a partir de Octubre del 2019, y se prepara un plebiscito para determinar el curso de acción a seguir, sujeto a los parámetros que corresponde a una verdadera democracia, entonces no es entendible el continuo de protestas y el estilo violentista que se imprime a las mismas. Más aún, es injustificable que actores políticos otorguen respaldo a estas protestas en circunstancia que ellos mismos firmaron por una declaración en pos de la paz social. En preparación de ese acto democrático tan crucial, todos deberían estar colaborando a la reflexión ciudadana que debe subyacer a la decisión que ha de tomarse. Pero no: se continúa estimulando más violencia en las ciudades y en el campo, con acciones injustificadas, y que solamente aumentan el temor ciudadano por lo que ha de venir bajo estas condiciones.

Nuestros parlamentarios, como asimismo los representativos de la autoridad gubernamental, no han actuado liderando la necesidad de encuentro para tomar decisiones tan fundamentales para la República. Como el escenario de preparación de una nueva Constitución se ha proyectado para poco más de dos años, entonces es dable esperar que ellos estarán dominados por las mismas escena violentistas y la misma ausencia de conducción, de ideas y de llamados a la cordura y al encuentro ciudadano. Por lo contrario, los representantes políticos solamente se seguirán abocando a atribuir y distribuir culpas, radicando en la policía uniformada el objeto de sus ataques y más severas acusaciones. No hay de parte de ellos mensajes dirigidos a la masa que protesta injustificadamente, ni a quienes hacen uso de la violencia en pos de sus ideales y propósitos. No hay llamados a reencontrarnos como país, sino sólo llamados a continuar desunidos, enfrentados unos con otros, sin un ánimo de encuentro en pos de un país futuro mejor y más integrado. Los políticos, en un afán de captar electorado, están patrocinando a los que se enfrentan, especialmente a los que protestan sin una justificación clara ante la ciudadanía. Son así, los mensajeros del enfrentamiento civil, que parece ser inevitable en ausencia de quienes conduzcan ideas de encuentro y de diálogo razonable. Los próximos dos años serán, como lo han predicho líderes políticos, un continuo de amenazas y protestas para que la instancia constituyente se vea bajo presión dispuesta a diseñar una nueva constitución satisfactoria sólo para ciertas visiones y aspiraciones.

Es triste lo que ocurre a Chile. Luego de tener resultados que envidiaba toda la región, estamos cerca del promedio sin haber cambiado nada sustantivo en torno a lo que se acusaba: un grave problema distributivo y social. Por el contrario, producto del ambiente de protestas, de los efectos de la pandemia y de la desolada realidad en materia de inversión, los resultados que se criticaban son ahora mucho peores y seguirán en un lento declinar para el futuro próximo. El país ha entrado en un profundo deterioro, a lo cual se suma la ausente conducción política, la ausencia de un gobierno con firmes determinaciones y la existencia de un Parlamento donde no se debaten ideas, sino solamente declaraciones puntuales y manifiestos. Será triste explicar todo esto a las nuevas generaciones, a las que examinen la historia de estos días aciagos, y que quieran explicarse las razones del decaimiento brutal de la política como actividad capaz de encausar ideas y proponer ideales sustentables. Será difícil explicar a las nuevas generaciones porqué hemos dejado caer a nuestro país en esta situación de oprobio.


Prof. Luis A. Riveros

europapress