La madre del cordero

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Luis Riveros (columnista)Muchas veces se debatió sin conseguirse resultados relevantes, la necesidad de actualizar y mejorar la educación chilena a todos los niveles. Se dijo, en tales debates, que nada se conseguiría con emplear más recursos en ausencia de un proyecto nacional que configurara una educación moderna, integradora y capaz de proyectar al ciudadano del futuro con valores, respeto a la institucionalidad y comprensión de la sociedad y sus retos.  Para eso, se dijo muchas veces, había que expandir de manera crucial la educación preescolar, haciéndola el verdadero fundamento del edificio educacional.  También se habló de manera insistente sobre la necesidad de revisar los contenidos de la educación, para hacerla más asequible en un mundo que está cambiando diariamente, y que requiere contenidos que pongan mucho más al estudiante como protagonista y a cargo de la investigación de muchos temas formativos.  Se habló también de cambiar la estrategia de enseñanza, para adoptar las nuevas tecnologías y conseguir una mayor permanencia del hecho educativo en la vida de los jóvenes, para así paliar el creciente deficitario rol de la familia en el ámbito educativo.  Y también se dijo, de manera muy clara, que se necesitaba un nuevo modelo de formación pedagógica, que permitiera elevar la excelencia académica y la vinculación de los nuevos profesores con los actuales retos de la sociedad.   Eso requería reformular el modelo formativo vigente, recuperando el rol guía del Estado en cuanto a las orientaciones pedagógicas que requiere el siglo XXI.

Nada de eso se acogió en sus aspectos más sustantivos.  Se insistió en promover reformas que pusieron el acento en los temas de la gestión y el financiamiento, dejando de lado el fondo de las prioridades educativas.  Se acogió el principio de no fortalecer la educación pública, que proporciona cobertura a los sectores sociales más vulnerables, en “quitar los patines” a los mejores, mientras todo el empeño se puso en mejorar la infraestructura y la provisión de medios tecnológicos, pero innovando poco sobre el “hacer” educativo. Ningún empeño se dedicó a cambiar la forma y el fondo de la formación pedagógica vigente, para que de allí surgieran los líderes capaces de sustentar la transformación de fondo en la educación.   Y finalmente, la política decidió poner los recursos en educación superior, financiando la llamada gratuidad, sacrificando así la educación previa caracterizada no sólo por una gran mediocridad sino también por una profunda inequidad.  Todo esto, en el marco usual de nuestra política: cortoplacista, con mirada temporal muy corta, buscando solamente resultados para poder ser exhibidos en una próxima jornada electoral.  En educación se invierte hoy para poder encontrar resultados visibles solamente años más tarde; y esa lección republicana que viene de Montt, Balmaceda, Aguirre Cerda, Frei M., etc. se perdió lamentablemente.

¿Cuál ha sido el resultado de esta falta de decisiones consistentes en educación a lo largo de las últimas tres décadas?  En primer lugar, una creciente inequidad reflejada, por ejemplo, en los resultados de pruebas como el SIMCE y la PSU, que muestran inaceptables diferencias entre la educación pública y la privada. Ya han surgido, como recetas frente a este drama, el eliminar las Pruebas, así culpando al termómetro de la enfermedad.   Segundo, una formación débil e incompleta de nuestros niños y jóvenes en materias cruciales, como aquellas que tienen que ver con abstracción y capacidad analítica, expresión en el lenguaje español, valores humanos, sensibilidad artística y formación ciudadana.  Pero sobre todo, se ha promovido una generación que no tiene respeto por los demás, ni por la sociedad en su conjunto, ni su historia, ni mucho menos por la necesidad de construir un mejor porvenir.  Y, cínicamente, nos preguntamos de donde sale la violencia que presenciamos día a día, el desprecio por los valores republicanos, la incapacidad para expresarse adecuadamente de la mayoría de los jóvenes, la ausencia de solidaridad en nuestra sociedad y la nula visión de país y de futuro.  La “madre del cordero” está en la educación que hemos provisto a las nuevas generaciones, así que no nos sorprendamos de todo lo que está ocurriendo.


Prof. Luis A. Riveros

europapress