​Política económica en épocas de contagios crónicos y turbulencias

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Nicole


Ya va algo más de tres meses en que las turbulencias locales y mundiales no han parado de resonar en el ambiente. Crisis y estallidos sociales, han ido ajustando y alineando demandas civiles de gran calibre, que en nuestro escenario local, sabemos que pueden converger, validadas por los votantes, en un rediseño de la carta magna, brújula de ruta para nuestra sociedad...... no hay varita mágica para resolver problemas profundos. Acompañando a esto, la carencia de una tranquilidad relativa que permita sentar bases para poder proyectar, realizar y concretar proyectos y lineamientos productivos en los diferentes sectores productivos, mantiene una severa incertidumbre local, la que termina por soslayar de manera significativa los indicadores económicos nacionales.

Internacionalmente, magnánimas sequías conducentes a incendios de origen bíblico, terremotos, marcados cambios climáticos que han decido mostrar sus efectos en forma muy concreta, en este período, para que aquellos líderes que aún se revelan escépticos de los efectos del calientamiento global decidan comprender y ajustar sus políticas a las nuevas necesidades del mundo y de la cadena productiva que el nuevo conjunto de desafìos nos promueven a instalar.

Las tensiones y dilemas políticos que EE.UU. persiste en mantener con sus socios comerciales y zonas de complejidad como el medio oriente le agregan tensión y ruido a esta mezcla que termina por desestabilizar cualquier proyección y modelo.

Y, si todo lo anterior no fuese suficiente, la rápida aparición y expansivos mecanismos de contagio del corona virus Chino, mantiene a los mercados en vilo, tratando de identificar el impacto económico de esta epidemia, como consecuencia al monitoreo de fronteras y medidas cautelares en el movimiento de personas hacia y desde zonas de elevado movimiento y desempeño económico, que son justamente las expuestas al contagio del virus. Dicha situación tiene al valor del dólar en las nubes y al peso chileno, bordenado los $800, como una de las monedas de mayor depreciación como consecuencia de las coberturas en mercados cambiarios y las expectativas sobre el efecto que el virus puede tener sobre la economía China, nuestro mayor comprador de cobre, el primogénito dentro de la matriz exportadora, en formato crudo y con poco valor agregado.

Este 2020 comenzó con una diversidad de complejidades que no estamos siendo capaces de controlar, lo que detona efectos concretos en el análisis que los agentes económicos consideran para guiar su planificación y el uso de los recursos, lo que se materializa en una postergación concreta de proyectos de inversión, creación de empleos, aumento en la capacidad instalada sacrificando cualquier estímulo para la producción. Los evidentes ajustes de relevancia en el gasto privado que corrigen la brecha ahorro e inversión con consecuencias en un menor déficit de cuenta corriente, han amortiguado el efecto que el dolar suma al impulso de valor en las exportaciones apuntando a correcciones a la baja en la demanda agregada.

Enfrascados en este panorama mundial y local que parece no presentar corrección rápida, la polìtica fiscal nacional tuvo que ajustar su rumbo desde un lineamiento austero al aceptar la aplicación de una serie de medidas inmediatas en respuesta a las demandas sociales en materia de pensión, empleo, reforma tributaria, que equivalen al peso de 8 reformas tributarias simultáneas, según expresó el propio ministro Briones. El nivelamiento de política fiscal a una regla estructural de déficit del 1% del PIB, se ve hoy como una quimera completamente lejana de alcanzar, donde la proyección hoy se acerca más bien al orden del 3% del PIB. En un escenario en donde todos los supuestos de modelo de cálculo de la regla se han visto modificados y alterados, ya sea como consecuencia de la incertidumbre internacional o por el valor del paquete de medidas locales de aplicación obligatoria e inmediata, por parte del gobierno, para no continuar con el país en una situación de paralización, destrozos, saqueos e inseguridad. En la actualidad se esta proyectando que el déficit fiscal alcanzará una cifra record de 4,4% del PIB en el 2020 y con una carga de deuda pública que se elevará en torno al 38% del PIB en los próximos años, continuando con la senda marcadamente alcista que ya venía sucediendo desde el gobierno anterior. Este panorama, tendrá, eventualmente, efectos concretos el la carga tributaria doméstica y en el riesgo país. Por ende, esta política expansiva fuera de la regla tendrá costos concretos en el crecimiento, empleo e inversión en el modelo económico existente.

Por su parte, la política monetaria, carente de la presencia de marcadas presiones sobre precios, a excepción del dólar y algunos productos especificos, no revela en la actualidad sesgos hacia medidas más expansivas que las ya presentadas. Lo anterior debido a que el banco Central ha sido cauto y claro en manifestar que garantiza las operaciones de mercado abierto donde puedan intervenir el valor del dolar con venta de divisa y venta de instrumentos de cobertura en divisa, a la vez que aclaran la garantía de mantener el acceso a liquidez en pesos para no esterilizar la politica monetaria que tiene a la TPM ubicada en 1,75%.

En definitiva, en períodos de crisis, turbulencias e incertidumbre permanecemos blindados económicamente, por políticas fiscales y monetarias expansivas. No obstante, las decisiones microeconómicas que convergen en la macroeconomía se ven y se perciben detenidas no siendo coherentes con lo que algún modelo de análisis macroeconómico nos haría presagiar en terminos de resultados. Es por esto que con un crecimiento practicamente nulo para el 2019 y casi tan igualmente bajo para la proyección del 2020 sumado a un empeoramiento en el empleo que claramente se mantiene escondido en las mediciones disponibles, queda la sensación que las politicas económicas aplicadas en sus versiones más clásicas han perdido magnitud y efectividad en el ajuste de expectativas y resuena en el horizonte la revisión de los modelos hacia nuevos paradigmas que reflejen la realidad más compleja y multivariable que estamos enfrentando, así como una nueva vacuna para contener los contagios inesperados.


Nicole Stuckrath R.

europapress