Opciones electorales y su impacto en el territorio

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La segunda vuelta presidencial, en Chile, debiera abrir un debate que vaya más allá de la mera disputa entre dos candidaturas. Aun cuando nadie lo menciona, lo que está en juego es el modelo de país que se proyectará hacia los próximos años y, sobre todo, cómo ese modelo se expresará en el territorio. Es evidente que las opciones electorales no solo definen políticas nacionales, sino también la manera en que las regiones, comunas y barrios se integrarán a la toma de decisiones.


El territorio chileno es diverso y desigual. Mientras las grandes ciudades concentran infraestructura, servicios y oportunidades, vastas zonas rurales y regiones extremas enfrentan carencias estructurales. Desde esta perspectiva, la segunda vuelta presidencial es una oportunidad para discutir qué tipo de gobernanza territorial se quiere construir. Los candidatos debieran proponer o responder si su gobierno avanzará o no y cómo hacia un modelo que refuerce la descentralización, otorgando a los gobiernos locales mayor capacidad para incidir en las políticas públicas y en la distribución de recursos.


Las opciones electorales en esta segunda vuelta representan visiones distintas sobre el rol del Estado y su relación con los territorios, aunque ambos proyectos - al menos en sus declaraciones - coinciden en otorgar prioridad a la concentración de recursos en áreas críticas y en la necesidad de reducir las brechas históricas entre regiones. Sin embargo, es frecuente que las promesas de campaña se olviden durante el ejercicio del poder y con ello que las políticas nacionales no consideren u olviden las particularidades locales.


Entonces, la pregunta es ¿cómo garantizar que todos los territorios tengan voz efectiva en los diagnósticos y decisiones? Si las demandas de las regiones extremas, las comunas rurales o de algunos barrios no son atendidas, se fomenta el populismo, proliferando liderazgos outsiders y la consolidación de caudillos locales


El impacto territorial de esta elección también se relaciona con la capacidad de los gobiernos locales para implementar políticas. Esto, aunque moleste y vaya contra corriente supone el aumento de dotaciones profesionales y técnicas en muchos municipios, junto con una política de fiscalización más eficiente hacia ellos.


Sin duda, la descentralización en Chile ha sido más declarativa que efectiva, y resulta exigible que los candidatos a la presidencia informen sobre sus estrategias para avanzar hacia un modelo en el que las regiones no sean meros ejecutores de decisiones centrales, sino actores con autonomía real. La elección presidencial, en este sentido, debiera ser también una elección sobre el futuro de la gobernanza territorial: sobre si se consolidará un Estado centralizado o si se abrirán espacios, cuáles y en qué plazo para una democracia más cercana y representativa.


Américo Ibarra Lara

Director Observatorio en Política Pública del Territorio

Facultad de Arquitectura y Ambiente Construido

Universidad de Santiago de Chile

europapress