​Taxonomía verde en Chile: la brújula hacia una economía sostenible

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Hace algunos meses se concretó en el país un importante avance en materia de sostenibilidad con el lanzamiento de la Taxonomía de actividades económicas Medioambientalmente Sostenibles (T-MAS), una iniciativa liderada por el ministerio de Hacienda que busca categorizar las actividades económicas con criterios que permitan identificar si éstas se están llevando a cabo de una manera sostenible desde una perspectiva medioambiental y utilizando un lenguaje común.


El principal propósito de la T-MAS es proporcionar certidumbre, transparencia y comparabilidad a los mercados, facilitando la transición hacia una economía más sostenible. Esto es importante, porque abre nuevas oportunidades de inversión respaldadas en un marco claro que facilite a los inversionistas nacionales e internacionales la identificación de proyectos y actividades medioambientalmente sostenibles. De esta manera, la idea es orientar los flujos de financiamiento hacia actividades que contribuyan de manera significativa a los objetivos ambientales del país.


Otro aspecto relevante de la T-MAS es que ayudará a prevenir el greenwashing, práctica de marketing donde una empresa u organización se presenta como más sostenible, responsable o verde de lo que realmente es. Con criterios unificados esto será cada vez menos probable, porque se exigirá transparencia y cumplimiento de lo que se reporta.


Es relevante destacar también que la nueva taxonomía formaliza algo que ya se venía aplicando de manera incipiente en el país. Diversos bancos habían trabajado sus propias taxonomías a la espera de la oficial. Diversas empresas productivas a su vez, trabajaban por mantener los más altos estándares y certificaciones para asegurar que estaban alineados y operando de la forma más sostenible posible. Llegó el momento en que el lenguaje se hace común en Chile.


En nuestro caso, este último mes ya hemos realizado distintas evaluaciones con resultados muy positivos. Durante cinco semanas pudimos conocer en detalle la cultura interna, los procesos y acciones sustentables de algunas empresas, acompañando a identificar el nivel de alineación que existía, las brechas y cómo trabajar para abordarlas. Lo que sacamos en limpio es que este es un buen ejercicio para comprobar desde el lado de las empresas productivas qué tan alineadas están con las nuevas exigencia por sector de la economía y para poder alinear este lenguaje legítimo a nivel nacional y de forma “explicable” de cara a de los inversionistas y mercados financieros, para demostrar las mejores prácticas de sostenibilidad en el largo plazo.


Más que un cumplimiento obligatorio, que no lo es (aún), la taxonomía es de gran utilidad para un diagnóstico interno, con requerimientos muy concretos por sector, y que están avaladas por expertos de manera mancomunada. La colaboración aquí es clave, porque según la experiencia internacional, es mayor el éxito de implementación mientras más actores hayan estado involucrados en su definición.


En Chile tenemos el plus de una amplia participación de expertos en su construcción, miembros del sector real y financiero. El desafío está ahora en ponerla en práctica y lograr que el sector financiero sea capaz de traducir la nomenclatura, requerimientos y desafíos de cada uno de los sectores y tomar decisiones sobre el desarrollo de proyectos que estén financiando de acuerdo a su alineamiento con la T-MAS.


La nueva taxonomía es una invitación a revisar el status de cada organización con estos criterios unificados. Esta especie de ‘termómetro’ de definiciones locales contribuirá de manera sustancial al cuidado del medioambiente, resguardar cuidados sociales y también identificará las oportunidades de mejora para que los índices aumenten. El mercado podrá promover la existencia de más inversiones verdes y además, hablaremos en un lenguaje que será comprensible tanto dentro como fuera de Chile. En definitiva, la T-MAS es un punto de inflexión para la forma en que entendemos la sostenibilidad en Chile. Nos entrega certezas, transparencia y un estándar común, pero sobre todo, nos invita a traer y mantener el discurso en la práctica.


El éxito dependerá de que empresas, inversionistas, reguladores y la sociedad en su conjunto asuman el compromiso de usar esta brújula para orientar sus decisiones. Si lo hacemos, no sólo estaremos alineados con las tendencias y herramientas globales aplicadas de forma local, sino que también podremos impulsar un desarrollo económico que ponga de forma visible y comparable el bienestar ambiental y social de las próximas generaciones al centro.


María de la Paz Irarrázabal

Country Manager de Manuia

europapress