María de la Paz Irarrázaval



María de la Paz Irarrázaval

La COP30 (Belém, 10–21 de noviembre de 2025) se acerca con un objetivo claro: la era de los anuncios terminó, es hora de cerrar la brecha entre éstos y la ejecución. Brasil pone a la Amazonía, la bioeconomía y los pueblos indígenas en el centro, y propone mecanismos de financiamiento, como el Tropical Forests Forever (iniciativa global que busca conservar y restaurar bosques tropicales), que aspiran a coordinar esfuerzo público y privado y reservar ciertos fondos específicos para comunidades indígenas.

Hace algunos meses se concretó en el país un importante avance en materia de sostenibilidad con el lanzamiento de la Taxonomía de actividades económicas Medioambientalmente Sostenibles (T-MAS), una iniciativa liderada por el ministerio de Hacienda que busca categorizar las actividades económicas con criterios que permitan identificar si éstas se están llevando a cabo de una manera sostenible desde una perspectiva medioambiental y utilizando un lenguaje común.

En un país donde muchas veces las industrias operan como bloques aislados y las políticas públicas enfrentan ciclos de corto plazo, la sostenibilidad requiere de algo más profundo que compromisos voluntarios: necesita colaboración real, visión compartida y un manejo inteligente del dinero. En Chile estamos viendo cambios interesantes al respecto.

En este último tiempo, la inteligencia artificial ha protagonizado conversaciones de todo tipo. Uno de los últimos espacios donde tuve la suerte de participar fue en el evento Singularity Summit Chile, donde se abordó cómo la IA está cambiando la forma en que funcionan y se proyectan las empresas, con las implicancias y oportunidades que esto significa para Chile.