Atención Primaria: el invisible pilar de la salud pública

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AMERICO IBARRA (3)

Chile cuenta con una arquitectura sanitaria que descansa, casi silenciosamente, sobre la solidez de la atención primaria. Las cifras lo revelan con crudeza: de las 2.546 unidades registradas en el país, el 43,75% corresponde a Postas de Salud Rural (PSR), mientras los Centros de Salud Familiar (CESFAM), que operan como columna vertebral del sistema en entornos urbanos, alcanzan el 23,53%. Juntas representan más de dos tercios de la oferta sanitaria nacional. Pero detrás de estos números se esconde una narrativa más compleja: ¿está la atención primaria cumpliendo su promesa de equidad, acceso y prevención?


Los datos muestran una profunda descentralización con predominio municipal (más del 95% de los dispositivos), lo que reafirma el rol local en la provisión de servicios. Sin embargo, esta lógica territorial también trae consigo desigualdades estructurales. En regiones aisladas o periféricas, donde la densidad poblacional es baja pero las distancias son enormes —como Aysén, Magallanes o zonas interiores del norte— las PSR son muchas veces el único contacto sanitario disponible. Son nodos precarios, alejados de los centros de referencia, operando con recursos limitados y equipos reducidos. A pesar de representar casi la mitad de la infraestructura nacional, su capacidad resolutiva está lejos de ser suficiente.


Más preocupante aún es que servicios de mayor capacidad, como los SAR (Servicios de Atención Primaria de Urgencia de Alta Resolutividad), apenas representan el 3,85%. Estos dispositivos, pensados para descongestionar hospitales y brindar respuesta rápida, se concentran en zonas urbanas del centro y sur del país, dejando vastos territorios sin cobertura equivalente. Los hospitales, símbolo de la atención especializada, ni siquiera alcanzan el 1%. Este diseño no es casual: obedece a una apuesta estratégica por una atención comunitaria, pero ¿logra cumplir sus metas en contextos territoriales tan disímiles?.


Desde una mirada epidemiológica, el modelo chileno enfrenta tensiones no resueltas. Las enfermedades cardiovasculares, la hipertensión y la diabetes tipo 2 continúan liderando como principales causas de carga de enfermedad. En comunas rurales, estos diagnósticos suelen aparecer tardíamente, agravados por barreras geográficas, problemas de conectividad y escasez de equipos clínicos permanentes. La cobertura está, pero en algunos territorios es más simbólica que efectiva.


Los CECOSF y SAPU cumplen un rol esencial en zonas densamente pobladas, actuando como extensiones del CESFAM y dispositivos de atención urgente. Sin embargo, su baja proporción en el total nacional (20,7%) evidencia una oferta aún débil frente a la demanda explosiva en sectores urbanos empobrecidos donde la atención primaria no logra contener las urgencias ni articular respuestas integrales.


Más inquietante aún es la casi inexistencia de dispositivos móviles especializados, que apenas representan el 0,04% del total. La mirada territorial exige modelos flexibles, capaces de adaptarse a las realidades particulares de los distintos territorios evitando imponer una matriz homogénea que invisibiliza sus diferencias.


La evidencia internacional, como ha planteado Barbara Starfield, muestra que los sistemas con atención primaria robusta no solo tienen menores costos, sino que también mejores resultados. Chile ha priorizado cobertura, pero debe ahora transitar hacia una atención primaria contextualizada, situada y con gobernanza territorial.


Américo Ibarra Lara

Director Observatorio en Política Pública del Territorio

Instituto de Ambiente Construido

Facultad de Arquitectura y Ambiente Construido

Universidad de Santiago de Chile

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