Cumpliendo casi un año de mi misión en Chile, me gustaría compartir algunas visiones del ámbito internacional y de las perspectivas de nuestras relaciones bilaterales.
Separadas por miles de kilómetros, Rusia y Chile son dos naciones que demuestran que la geografía no es un obstáculo para la relación bilateral. A nivel diplomático, ésta cumplió su 80º aniversario el 11 de diciembre de 2024. Al mismo tiempo, nuestra historia común se remonta a comienzos del siglo XIX, cuando los primeros barcos rusos tocaron puertos chilenos, siendo la primera vez, en Talcahuano, el 13 de febrero de 1816. El compromiso con el diálogo, el respeto mutuo y la búsqueda de coincidencias, en un panorama internacional cada vez más complejo, son los pilares fundamentales de la cooperación entre nuestros países.
Los desafíos de los últimos años nos mostraron que nadie se salva solo, en algunos temas esenciales y estratégicos, como salud pública o seguridad ciudadana. No tenemos otra opción que estar unidos ante las pandemias, crimen organizado, narcotráfico, desastres naturales, terrorismo o renacimiento del nazismo. Son éstos los verdaderos enemigos de la humanidad y pueden ser enfrentados solamente con un esfuerzo común y dentro de un sistema multilateral. Es de suma importancia en este sentido retomar las bases de las Naciones Unidas y los principios mismos de las relaciones internacionales: la igualdad soberana de los Estados, el respeto del Derecho Internacional, la no intromisión en los asuntos internos, entre otros. En esencia se trata del respeto mutuo de los intereses legítimos de cada país.
No existen dos personas cuyos intereses coincidan al 100%, y menos aún dos Estados. Sin embargo, si coincidimos en un 50%, el otro 50% de diferencias no se deben solucionar por confrontación, sino mediante diálogo. Es éste el entendimiento al que, más temprano que tarde, llegarán quienes se consideran los dueños del mundo y quienes han sido artífices del conflicto ucraniano y de muchos otros más, entre los que figuran Yugoslavia, Iraq, Libia, Siria, Afganistán. El desgaste en estas guerras desatadas por Occidente, llevó a un crecimiento cero en sus propios países, con desmantelamiento de industrias enteras y pobreza nunca vista en las últimas décadas. Cuanto antes se adapten a las realidades del mundo multipolar, más democrático, más justo y más seguro, mejor para todos y para ellos mismos también.
Lo positivo es que la situación actual abre oportunidades para una nueva etapa de desarrollo soberano de los Estados de la Mayoría Global. Es precisamente este el camino que sigue hoy día la Federación de Rusia. El año pasado la economía rusa ocupó el cuarto lugar en el mundo por su volumen, siendo el crecimiento del PBI nacional de 4,3%. La consolidación de la sociedad rusa y la conciencia nacional de un desarrollo interno soberano, se acompaña por el consenso de una apertura hacia nuestros amigos en el exterior. Se trata de un trabajo enfocado en temas de interés común, pragmático y desvinculado de marcos ideológicos, fundamentado en el respeto y sin subordinación ni injerencia alguna.
El mismo enfoque se extiende a nuestras relaciones con Chile caracterizadas por un valioso legado de cooperación entre todos los sectores políticos. Más allá de los tiempos de cooperación bien conocida y apreciada, a comienzos de los 1970, contamos con buenas prácticas de intercambios desde 1990, cuando delegaciones chilenas visitaban Rusia para compartir sus experiencias en materia económica.
Siendo países con alta complementariedad productiva, bajo las nuevas condiciones de transporte e infraestructura bancaria que se vienen, se podría multiplicar fácilmente el nivel de intercambio comercial que rondaba, hace unos años, en un récord de mil millones de dólares.
Pero la perspectiva estratégica bilateral no está solamente en la compra-venta. La importancia para el futuro consiste en estudiar el potencial en la esfera de tecnologías plasmadas en proyectos de desarrollo: construcción de infraestructura energética y de transporte, salud pública, prevención de desastres naturales y protección de medio ambiente, entre otras. La competencia justa y leal es la clave. Cuantas más ofertas Chile tenga en la mesa, es mejor para todos, más que nada para el consumidor final. Esta es la idea esencial que presentamos en nuestra agenda bilateral, extensiva, por cierto, a las perspectivas del comercio exterior y de las inversiones.
Al mismo tiempo, hoy día para ampliar aún más la confianza y el entendimiento mutuo, cuenta cada voz y cada paso. Por ende, toda persona que está en pro del desarrollo de las relaciones entre Rusia y Chile - independientemente de su orientación política, sea de derecha o de izquierda, y de sus convicciones o preferencias personales -, es bienvenida y es un amigo nuestro.
Vladimir G. Belinsky
Embajador de la Federación de Rusia en Chile