A propósito del Día Mundial de la Creatividad y la Innovación que se celebra mundialmente el 21 de abril, una de las cosas más marcadas en Chile, y también en otras partes del mundo, es esa necesidad de innovar porque es importante en sí misma, porque hay que hacerlo y porque hay que ‘crear el músculo’. Es cierto que la innovación debe impulsarse, pero también es clave entender el por qué es importante y cuál es el sentido de innovar.
Lo primero que hay que tener claro es para qué innovamos y cuál es el propósito que hay detrás. Cuando lo entendemos, es más fácil alinear los incentivos, cambia la motivación y es más fácil concretar los pasos para llegar a esa meta. Veamos, por ejemplo, el caso de la industria alimentaria. Cuando las empresas internalizan que los procesos deben modificarse para cumplir con las certificaciones y regulaciones de clientes internacionales en torno a la sustentabilidad -dado que es algo que amenaza al core del negocio-, es más factible que se apliquen cambios innovadores en la cadena de valor de los productos. Si no se innova en ese caso, es imposible lograr el estándar de esas exigencias, y por lo tanto, se pone en riesgo la continuidad del negocio y se pierde la posibilidad de anticiparse.
Otro aspecto donde la innovación tiene topes es en el hecho de que muchas veces le ponemos el foco a las soluciones y no al problema, el cual quizás requiere otro tipo de respuesta. Veamos otro ejemplo. Un representante del área de la salud puede decir: “Necesito una plataforma para administrar las camas de un hospital”. Esto se plantea como un problema, cuando en realidad en ese raciocinio se está confundiendo la solución con el problema. El verdadero problema en ese caso, está en la gestión adecuada de las camas para poder atender a más pacientes con la misma infraestructura, que no se está realizando de forma adecuada. Entonces, ¿será la idea de la plataforma una solución óptima, o puede ser que quizás se resuelva el conflicto haciendo otras modificaciones internas en el proceso?
Junto con abordar la innovación desde la solución y no desde el problema, otra cosa que sucede muchas veces es esa obsesión de innovar por innovar, porque está de moda. Otro caso: Chile se ha impuesto la importante misión de descarbonizar la matriz energética, pero a veces se pierde vista que descarbonizar la matriz responde a resolver desafíos medioambientales que, si no se enfocan de manera óptima, nos van a pegar de otra forma. Si descarbonizar es la respuesta, entonces pensemos cómo lo vamos a lograr en los próximos 20, 30 y 50 años mediante nuevos desarrollos tecnológicos que deben implementar las industrias, y ahí le damos un sentido. Algo similar ocurrió en Chile hace unas décadas con la desnutrición infantil. En Chile, más del 50% de las muertes se producía antes de los 15 años de edad, y las personas que sobrevivían quedaban dañadas, lo que hacía que fuera prácticamente imposible que Chile pudiera dar el salto económico que se estaba buscando. Después de analizar y diagnosticar los antecedentes, se llegó a la conclusión de que el problema era la mala alimentación de los menores. Y para resolverlo, se implementaron soluciones como el aumento en la entrega y consumo de leche, controles de niño sano, educación para los padres, etc. Fueron varias las innovaciones e investigaciones aplicadas, provenientes tanto del sector privado como el sector público y de la academia, las que ayudaron a combatir esta problemática país a nivel sistémico.
En el fondo, son las demandas de la sociedad las que dan sentido a la innovación, porque son exigencias palpables que obligan a que se alineen los directorios de las empresas, se destinen fondos e intenciones en torno a una temática país. Partiendo desde un dolor colectivo se orienta la necesidad de innovación hacia un objetivo común donde se suman diversos actores, entre ellos las instituciones de educación superior a través de la educación y la investigación, la sociedad civil, el sector público y las empresas. Así, todos podemos avanzar y realmente mover la aguja.
Si vamos a innovar, que sea con propósito, y no sólo por la presión de “hacer algo nuevo”. Innovar tiene que nacer de una comprensión profunda del entorno, de los dolores reales y de las oportunidades de mejora concreta. Cuando entendemos que la innovación no es un fin en sí mismo, sino un camino para mejorar vidas, resolver desafíos y construir un futuro más justo y sostenible, entonces el acto de innovar se transforma. Más que tecnología y grandes disrupciones, se trata de pequeños y grandes cambios con sentido. Y ahí es donde la creatividad florece, no como una obligación, sino como una respuesta natural al propósito compartido.
Por Ignacio Merino, Director Ejecutivo de HUBTEC