La crisis arancelaria que se ha producido a propósito de una nueva tabla de estos gravámenes impulsada por los Estados Unidos de Norteamérica busca, a través de este mecanismo, devolver a esta nación a una posición de liderazgo a nivel mundial en todas las dimensiones del Poder Nacional, vale decir, desde la perspectiva económica, política (tanto interna como externa), diplomática y militar, irrumpiendo en cada uno de estos ámbitos en la escena mundial con diferentes acciones desde que asumiera su segundo mandato el presidente Donald Trump.
Desde la perspectiva económica, el impulsar una reestructuración de los aranceles a los productos que se importan hacia los Estados Unidos, con el objetivo de equilibrar la balanza comercial con cada uno de los países que comercia, en teoría, busca proteger a la industria y el mercado interno de posibles desviaciones o inequidades respecto de la forma en que se generan los productos en los respectivos países de origen.
Sin embargo, como hemos visto en las últimas semanas, el péndulo de la aplicación, total o parcial de estos impuestos, ha generado consecuencias, no solo en los mercados financieros del mundo sino también, en el comercio internacional.
Como da cuenta un artículo publicado en el portal Mundo Marítimo, las navieras en el mundo han visto reflejado el impacto de la variación en las políticas arancelarias en un aspecto esencial para el tráfico marítimo mundial, cual es, la disminución en la reserva de contenedores para el movimiento de cargas, en que se indica que, entre el 24 y el 31 de marzo, la reserva de éstos disminuyó un 48% a nivel mundial (Fuente: https://www.vizionapi.com/global-trade-monitoring/tradeview-global-trade-intelligence-platform)
Es desde esta perspectiva que, la incertidumbre arancelaria generada a nivel mundial, no solo tiene impacto en el mercado cambiario y en las bolsas de comercio, sino que también, en otros actores económicos cuyos efectos son de mayor plazo y cuya recuperación tampoco será inmediata.
Es en este sentido que, desde la mirada del Instrumento Económico, que debe adoptar las medidas de resguardo a los intereses nacionales, se debe coordinar e interactuar con el Instrumento Diplomático para estructurar aquellas acciones que el país requiere para salvaguardar los mencionados intereses, haciendo respetar los acuerdos y, de esta forma, dar fluidez al intercambio de bienes que contribuyen al desarrollo económico.
Contributivo a este esfuerzo, y en apoyo al Instrumento Diplomático, el Instrumento Militar, con capacidades que deben estar desarrolladas en coherencia con los mencionados intereses nacionales, sirven de respaldo a la gestión del Estado articulando a los otros dos instrumentos mencionados, siendo su eficiencia y eficacia las mejores cartas para generar una disuasión creíble ante quienes quisieren amenazar o afectar nuestros intereses.
Lo anteriormente descrito, que pareciera académico de aula, es lo que, en cierta forma, hemos estado presenciando durante las últimas semanas, de parte de quien ha impulsado la referida inestabilidad, que lo puede hacer, considerando el empleo de un dinámico despliegue diplomático a nivel mundial, tanto para explicar lo obrado como para negociar nuevos términos para mejorar la balanza comercial en su beneficio y, por supuesto, con el respaldo de fuerzas militares de primer orden. En definitiva, como planteáramos en una columna meses atrás, es una nueva expresión de la denominada Globalización 2.0
Como contraparte, nuestro país debe tomar nota de esta realidad y seguir con políticas que contribuyan, como lo han hecho hasta ahora, al desarrollo de los mencionados instrumentos del Poder Nacional, buscando, ante los nuevos desafíos que amenazan la estabilidad mundial desde diferentes aspectos, a que continúen un desarrollo coherente y armónico.
Leonardo Quijarro S.
Profesor Residente Academia de Guerra Naval
Docente Investigador del Centro de Estudios Navales y Marítimos (CENAM)