​Tenemos un problema grave en desarrollo digital y no lo sabemos

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Alfredo barriga 2

El "Índice de preparación para la red" (NRI o Network Readiness Index, por sus siglas en inglés) es el más conocido para medir la capacidad de adaptabilidad de los países a la transformación digital. El Informe NRI analiza la preparación para sacar beneficios de la transformación digital de 133 economías en función de su desempeño en cuatro pilares diferentes: tecnología, personas, gobernanza e impacto. Cada uno de estos pilares está compuesto a su vez por tres subpilares, que se han completado con un total de 54 variables.


El año que publiqué mi libro (2016) Chile ocupaba el lugar 38 del ranking (para 139 países) y era por lejos el más avanzado de América Latina. De hecho, tenía el tercer puesto de toda América, detrás de EEUU (lugar 4 del mundo) y Canadá (lugar 11 del mundo).


Nos hemos quedado atrás, muy atrás. Aún no sale el NRI de 2025, pero el año 2021 estábamos en el puesto 44, y el año pasado, en el puesto 54. Por lo tanto, bajamos 16 puestos en solo 8 años. De ser el tercer mejor país de las Américas pasamos al sexto. Además de EEUU (lugar 1) y Canadá (lugar 11) nos superan Brasil (lugar 44), Costa Rica (52) y Uruguay (53). Ello denota también que es toda América Latina la que se ha quedado atrás. Pero el caso de Chile es más grave porque estamos dentro del grupo de "High Income", mientras que nuestros vecinos están en “Upper middle income”.


Como en definitiva lo que marca el ranking son las 54 variables, es interesante ver dónde estamos bien y dónde estamos mal. Somos "top one" mundial en regulación de comercio electrónico, onceavos en gap digital socioeconómico para pagos electrónicos, y estamos dentro de los top 30 en: gastos en software, ancho de banda en Internet, tráfico interno en banda ancha a través de celulares, empresas con sitio Web, y servicios online gubernamentales. Pero estamos 101 en exportaciones de software, 96 en desigualdad de ingresos, 93 en promoción gubernamental de tecnologías emergentes (¡y se nota! busque en mercado público cuantas licitaciones de IA hay en este momento, por ejemplo), 73 en inversión en I+D por parte del Gobierno y Universidades, 71 en acceso a Internet de colegios y 60 en inversión de capital en IA.


No le estamos tomando el peso a la transformación digital ni a la revolución industrial 4.0. No es que no hagamos nada: es que no hacemos suficiente. Y en esta carrera no hacer suficiente es sinónimo de quedar fuera. Lo decía Sebastián Edwards en el prólogo de mi libro: "Si los países de América Latina no se lanzan con fuerza a enfrentar este reto, corren el riesgo de quedar aún más atrás. Ya no podrán competir más allá que en recursos naturales y no serán capaces de satisfacer las demandas de la población. Sin prepararse para lo que viene el futuro de la región será uno de mediocridad e incertidumbre. Peor aún, sin una estrategia para subirse al carro de la modernidad la región enfrentará volatilidad política, desencanto y violencia política".


A veces es angustiante y doloroso ver como tu país va directo a la irrelevancia y están todos tan preocupados por otros temas que no ven lo que es evidente.


¿Qué hay que hacer? Al menos partamos por cosas concretas y sencillas que muevan la aguja. Por ejemplo, vía CORFO financiar el 80% de 1.000 proyectos que usen IA para mejorar la productividad, con un financiamiento máximo de 100 mil dólares. Eso serían solo 100 millones de dólares (harto menos que los 3.500 que se fueron por el baño) pero tendría un impacto cierto en la economía, especialmente debido al efecto emulación. En mi experiencia, los casos de uso para mejorar procesos tienen retornos sobre la inversión de dos y tres dígitos.


Otro ejemplo: poner IA en todos los procesos del Estado que se puedan mejorar con IA - especialmente los transversales y muy especialmente los que tienen que ver con la "permisología". Llevamos años hablando de la cacareada “modernización del estado”. Y los datos muestran que no hemos avanzado.


Con IA podríamos reducir la criminalidad, reducir las licencias médicas falsas, optimizar la infraestructura de la salud pública, agilizar los trámites con el Estado, entre muchas aplicaciones concretas. Todas ellas sumadas supondrían un impacto medible en puntos porcentuales del PIB. Preferiría que el Estado se dedicara a esto que a desarrollar una herramienta parecida a Chat GPT, que por cierto no nos convierte en el país de América Latina más adelantado en IA.


Espero que desde esta modesta columna se muevan las voluntades y las fuerzas, porque aún estamos a tiempo de alcanzar el tren, pero cada vez dramáticamente menos.


Alfredo Barriga,

Profesor de la UDP

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