En un mundo saturado de contenido digital, el término Brain rot, recientemente elegido por la Universidad de Oxford como la palabra del año, se ha convertido en un coloquialismo que describe la sensación de embotamiento mental causada por el consumo excesivo de información superficial o entretenimiento repetitivo.
Aunque parece una expresión humorística, refleja un fenómeno real que está modelando la manera en que las generaciones actuales procesan, aprenden y aplican conocimiento. Este escenario plantea preguntas relevantes sobre la capacidad futura de nuestras sociedades para generar talento competitivo y fomentar la innovación empresarial.
Estudios recientes sugieren que los niveles promedio de inteligencia, medidos a través del Coeficiente Intelectual (CI), están disminuyendo por primera vez en décadas, revirtiendo lo que antes se conocía como el "Efecto Flynn". Este fenómeno, que implicaba un aumento constante en los puntajes de CI generación tras generación, parece estar retrocediendo.
Entre las causas está el impacto de la tecnología digital, que fomenta un consumo rápido y superficial de información, en lugar de habilidades analíticas profundas. La proliferación de contenidos diseñados para captar nuestra atención más que para estimular nuestro intelecto podría estar contribuyendo a una reducción en la capacidad de concentración, el pensamiento crítico y la resolución de problemas complejos.
¿Qué impacto tiene esto para el mundo empresarial? Si las nuevas generaciones llegan al mercado laboral con habilidades cognitivas debilitadas o sin la preparación necesaria para enfrentar desafíos complejos, las organizaciones podrían enfrentar una crisis de productividad e innovación. La creatividad y la capacidad de adaptarse a entornos inciertos —atributos esenciales en un mundo en constante cambio— podrían verse comprometidas.
Esto advierte la importancia de la educación como herramienta transformadora. Es imperativo que los sistemas educativos evolucionen para hacer frente al brain rot y fomentar habilidades como el pensamiento crítico, la creatividad y la adaptabilidad. En esto, las empresas tienen un papel crucial: invertir en formación continua para sus colaboradores, promoviendo un aprendizaje permanente que permita a las personas mantenerse actualizadas y competitivas.
No todo está perdido. Si bien el brain rot refleja un problema real, también subraya la oportunidad de repensar cómo consumimos información y cultivamos nuestras capacidades.
El futuro del talento está en nuestras manos, en las instituciones educativas y las empresas como responsables de este cambio. Combatir el brain rot no solo significa enfrentar el embotamiento mental, sino también revitalizar nuestra capacidad colectiva para aprender, crear e innovar.
Constanza Ossa, Socia y Gerenta General de Krebs Consulting