Chile, un país donde ni las plataformas dialogan

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AMERICO IBARRA (3)

A propósito de la disputa a Gobernador entre los Orrego’s, se logró revelar que, a pesar de las más de mil cámaras de vigilancia en la región metropolitana, los sistemas no conversaban y debieron pasar varios años para lograr que fuese aplicable “la interoperabilidad”. Como el valor histórico de la experiencia a veces tiene sentido, esta discusión necesariamente me remontó a los años 2014-2015 cuando Chile enfrentó al menos 6 eventos críticos, entre ellos: Terremoto en el Norte Grande (2014), Incendio en Valparaíso (2014), Terremoto en Illapel (2014), Aluvión en Tocopilla (2015), Erupción Volcán Calbuco (2015) y Aluvión en Atacama (2015).


En casi todas las evaluaciones de la época, las autoridades reconocían el valor de las instituciones y como estas se movilizaban para enfrentar el desafío de “reconstruir”. Sin embargo, al mismo tiempo reconocían debilidades en los diferentes sistemas públicos que impedían una actuar más certero y también la falta de acceso a datos existentes y no compartidos que contribuyera a tomar mejores decisiones. Entonces, hace ya más de una década se discutía públicamente la necesidad de la Interoperabilidad, la resiliencia y la coordinación.


Hoy nuevamente estos conceptos emergen como una respuesta innovadora a los desafíos urbanos y sociales que enfrentan las ciudades del siglo XXI, a las que apodamos ciudades y/o territorios inteligentes. Cuando hablamos de interoperabilidad nos referimos a la capacidad de diferentes sistemas y plataformas para trabajar conjuntamente y compartir información de manera efectiva, es decir la integración de diversas infraestructuras y servicios, desde el transporte público y la gestión de residuos hasta los sistemas de seguridad y salud. A pesar de los años transcurridos, los discursos públicos y de las cuantiosas inversiones, la evidencia indica que en Chile ello aún no es posible.


Pareciera ser que ningún ente recolector o administrador de datos está disponible para compartirlos dado que significaría eventualmente una pérdida de poder o influencia, así mediante triquiñuelas aseguran la sobrevivencia institucional objetivo prioritario al que se somete la verdadera razón de su existencia que no es otro que colaborar en la tarea de optimizar los recursos públicos y atender las demandas de los ciudadanos de manera más eficiente.


Si no existe disponibilidad de data relevante y confiable, el sueño de la ciudad inteligente es sólo eso, un sueño. Sin gestión multisectorial de datos la capacidad de resiliencia de un territorio para recuperarse y adaptarse ante situaciones adversas es imposible ya que se dificultará tanto la predicción de eventos complejos, cómo la generación de respuestas rápidas y efectivas ante su ocurrencia. La colaboración, como el tercer elemento en la construcción de un territorio inteligente como ya vimos no es una práctica generalizada y tampoco, la deseable participación ciudadana muchas veces relegada a obligaciones normativas y con escasa información para que los ciudadanos se pronuncien informadamente.


Hablar de interoperabilidad requiere de una buena data, pero también de voluntad política. Una ciudad inteligente, requiere de ciudadanos y autoridades bien informadas.



Américo Ibarra Lara

Director Observatorio en Política Pública y Territorio

Facultad de Arquitectura y Ambiente Construido

Universidad de Santiago de Chile

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