¿Actuar bien porque hay una sanción al no hacerlo o simplemente porque es lo que corresponde? Estas son dos caras de la moneda que definen nuestros patrones de comportamiento y que, además, debiese ser el sustento básico de los gobiernos corporativos al interior de las empresas. ¿Por qué son importantes los reglamentos de compliance o las disposiciones de los gobiernos corporativos dentro de las culturas organizacionales? Hay muchas respuestas, pero la más usual se relaciona con que es relevante y casi un deber cumplir los ordenamientos que dispone la organización que las personas representan.
El centro Futuros Empresariales de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez y Fundación Generación Empresarial presentaron hace unos meses el Primer Índice de Integridad en Gobiernos Corporativos. Se trata de un estudio inédito en Chile, cuyas conclusiones revelaron que para las empresas es importante las regulaciones y el escrutinio externo, ya que son elementos que actúan como movilizadores para potenciar políticas que aseguren la integridad de las empresas. A ello se suma que sólo el 15% -de las organizaciones que participaron en el estudio- han logrado internalizar el rol de los directorios en torno a aspectos que hoy la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) considera como temas críticos para una positiva gestión de riesgos, siempre cautelando la dirección de las organizaciones.
Respecto a la opinión pública, se podría decir que hay una presunción vaga e, incluso, indiferente hacia el término compliance o de gobiernos corporativos, como si se tratase de un ámbito que sólo le corresponde a la alta dirección. Esto es todo lo contrario, ya que cada trabajador al interior de las organizaciones desempeña un rol clave en la integralidad de sus espacios de trabajo, y la eficacia de aquello depende directamente de sus comportamientos en relación con el entendimiento sobre lo que es ético o no, en cómo actuamos y nos conducimos ante contextos que muchas veces son complejos de abordar.
La discusión en Chile en torno a las políticas de compliance y a los gobiernos corporativos requiere una mayor profundidad. Esto significa no sólo crear la figura del compliance officer al interior de las organizaciones, sino también reforzar los procesos de selección de los trabajadores. La clave es poder detectar personas que no sólo sean tecnócratas o expertos en una función determinada. Lo que debemos buscar es poder integrar, a las organizaciones del siglo XXI, hombres y mujeres que siempre actúen de manera ética o correcta. A ello se suma el reforzamiento de los procesos de inducción, para que las culturas organizacionales no sólo sean percibidas como lugares en donde se tienen que cumplir a cabalidad una infinidad de reglamentos, sino más bien tienen que ser entendidas como espacios para el desarrollo integral de los equipos de trabajo. Las culturas organizacionales se transforman en realidades a partir de las personas, de cómo son éstas y actúan frente a diversos contextos.
En los últimos meses la coyuntura política y empresarial de nuestro país ha estado focalizada en bullados casos de corrupción y de probidad. Los medios de prensa y la opinión pública se preguntan sobre el cómo y el quién frente a ciertos casos, pero hay pocos planteamientos respecto de la falta de integridad en las personas. ¿Qué realmente nos está pasando? ¿Por qué en las empresas hay profesionales que no son capaces de distinguir entre lo ético o lo antiético? ¿Por qué no actuamos con mayor transparencia? Chile está avanzando en muchos ámbitos tecnológicos, medioambientales y sociales, pero hay uno que es necesario y mucho más profundo que se relaciona con si somos realmente personas que saben distinguir entre lo bueno y lo malo. Sólo así podremos alcanzar una mayor coherencia y ética en nuestro actuar al interior de las organizaciones. El reducir el compliance solo al cumplimiento normativo es no entender el fondo del tema, el compliance es una forma de ser y constituir sociedad.
Enrique Rosselot,
Gerente de Administración y Finanzas de IMELSA ENERGÍA