Históricamente, los abogados corporativos han sido vistos como los encargados de buscar el resquicio para minimizar responsabilidades de las empresas y maximizar beneficios, a veces en el borde de la ética. Se trata de estereotipos instalados por las películas, aunque es innegable que también se basan en la realidad.
Sin embargo, en un mundo empresarial con cada vez mayores exigencias por parte de la ciudadanía y los distintos stakeholders, el papel del abogado corporativo no sólo está evolucionando, sino que está llamado a cumplir un rol relevante en el resguardo reputacional.
Hemos vivido situaciones que han dañado gravemente la confianza en el mercado como el caso La Polar o los casos de colusiones en diversas industrias que confirman la necesidad de un cambio profundo en nuestro rol pasando de defensores de la legalidad a promotores de prácticas éticas. Esto implica un enfoque proactivo en identificar y mitigar riesgos, no sólo legales, que puedan comprometer la reputación de la empresa.
Para eso, debemos mirar más allá que el marco legal y entender las repercusiones de cualquier decisión. A veces algo puede ser legal, pero poco ético, o al menos, ser cuestionable por parte de la ciudadanía. Por tanto, nuestro papel también es el resguardo de la confianza en la empresa.
Según el último Estudio de Confianza 2024 de PwC Chile y UDP 2024, un 87% de los consumidores dice haber enfrentado un evento que dañó su confianza y afectó la relación con la empresa.
En el mismo análisis, cuando se les pregunta a las personas cuáles son los temas que generan confianza respecto a una empresa, los principales son; que entreguen comunicaciones claras, que protejan los datos de los clientes, y responder y resolver rápidamente sus problemas y preocupaciones. En todos esos temas los abogados tenemos algo que decir y recomendar.
Al estar involucrados en distintos procesos de las empresas, los abogados somos capaces de identificar aquellas situaciones que pueden incubar una crisis. Porque en general, un reclamo, esconde cien más. Los abogados corporativos debemos ir más allá del caso individual y considerar el contexto más amplio, identificando patrones o prácticas que podrían sembrar las semillas de futuras crisis. Esto requiere una visión holística y recomendaciones que abarquen la totalidad de las operaciones de la empresa.
Es especialmente relevante que ayudemos a terminar con creencias instaladas que son tóxicas para un desarrollo ético, como “el cliente no se va a dar cuenta”, “total ya firmó el contrato y nunca los leen”, “es sólo un reclamo no más, qué importa”, o “siempre lo hemos hecho así, y nunca ha pasado nada”.
El abogado corporativo tiene la capacidad y la responsabilidad de asegurarse de que la empresa no solo cumpla con la ley, sino que también actúe de manera justa y transparente, anticipando las expectativas éticas de clientes y sociedad.
Esto también implica comunicación continua y efectiva con las distintas áreas para asegurar que la integridad permee todas las decisiones de negocio.
Y cuando hablo de abogados corporativos, no solo me refiero a los que forman parte de la estructura interna de una empresa, o de un estudio importante. Me refiero a todos los abogados, internos o externos, que tenemos la misión de aconsejar y defender a las empresas.
Ximena Castillo Faura,
Abogada, experta en Derechos del Consumidor