​Irán y el buen Orden Mundial

|

Leonardo Quijarro2


Durante este fin de semana el mundo pudo presenciar lo que podría denominar una “demostración de fuerza” por parte de la República Islámica de Irán, al realizar un ataque masivo y coordinado, empleando vehículos no tripulados con carga explosiva del tipo Shahed-136, también ampliamente empleados por Rusia en el conflicto que mantiene con Ucrania, pero bajo la denominación de Gerán-2; misiles de crucero, capaces de alcanzar grandes distancia volando a relativa baja altura, adaptándose al terreno; y, finalmente, misiles balísticos, los que en su trayectoria salen de la atmósfera y reingresar rumbo a su objetivo. Desconociéndose la cantidad final de armas empleadas, sí se ha indicado que tan sólo los drones del tipo Shahed-136 habrían sido más de 130.


A pesar de la acción realizada, felizmente, no habría habido víctimas que lamentar, lo que probablemente ha motivado a Israel a tener una reacción de bastante cautela, sin acciones militares, hasta el momento.


La operación desarrollada por Irán, que no solo da cuenta de una tremenda capacidad militar, demuestra la capacidad del lanzamiento coordinado de sucesivas olas de armamento a larga distancia, nos lleva a reflexionar respecto de la validez de este tipo de acciones de gran envergadura, toda aquella vez que, el argumento presentado para justificarla sería la acusación respecto de Israel como responsable de la explosión sufrida por el consulado de Irán en Siria.


Es en este contexto que cabe plantearse cómo están evolucionando las relaciones entre naciones y la forma de resolver o reaccionar ante determinadas situaciones, en el concierto en que debiera imperar el buen orden mundial establecido posterior a las terribles experiencias que dejaron las dos guerras mundiales, creándose las Naciones Unidas como entidad que agrupa a todos los países y en cuyo seno se buscaría resolver aquellas diferencias, existentes o por ocurrir.


La práctica, que con particular intensidad se ha manifestado en las últimas décadas, ha ido mostrando cómo, las relaciones entre países, tienden a encontrar respuestas y soluciones a través de crisis de variada intensidad, que, con el despliegue de capacidades militares respaldan, la posición de los intervinientes, cobrando relevancia al momento de argumentar y/o definir la situación o crisis, sin necesariamente llegar a su empleo.


Irán, con sus acciones, ha buscado mostrar argumentos de su capacidad para agredir directamente en caso sienta que alguna acción ha afectado sus intereses, obviando lo que recurrentemente busca Naciones Unidas en pos de un buen entendimiento entre naciones. Lo anterior es particularmente interesante dado que, en el último tiempo, ha dejado de emplear grupos que le son afín como lo son Hamás, Hezbollah y los rebeldes hutis, a quienes ha financiado y apoyado con tecnología y armamento para que efectuasen acciones contribuyesen a sus objetivos y, de esta forma, actuar en forma indirecta.


Israel por su parte, ha demostrado una capacidad militar que le ha permitido hacer frente a una acción de la magnitud descrita incluyendo, por primera vez en su historia, a un país árabe apoyándole, como lo hizo Jordania. Lo antes indicado, más allá de una victoria militar, representa un tremendo éxito diplomático que está mostrando cómo la búsqueda de prosperidad puede permitir superar diferencias de diferente índole. Sin embargo, es indudable que el instrumento defensa como componente del poder nacional ha jugado un rol importante.


En definitiva, el actuar de Irán ha mostrado cómo, a pesar de la existencia de las Naciones Unidas como entidad a la cual se acogen prácticamente todos los países del orbe, que debiera, a través de diferentes mecanismos, garantizar el buen orden y convivencia entre las naciones, tiene fragilidad al momento de tener que controlar disputas particulares, en particular, cuando los actores tienen una capacidad militar que les permite gestionar esta fricción de una manera diferente. Lo anterior nos lleva a pensar en nuestros intereses y objetivos nacionales y cómo cada uno de los instrumentos del Poder Nacional, son capaces de contribuir en su consecución, además de la necesidad de contar con un instrumento de defensa capaz de apoyar lo que los otros instrumentos realizan en pos de alcanzar los mencionados objetivos y la prosperidad del país.


Leonardo Quijarro Santibáñez

Profesor Residente Sostenimiento y Planificación en Academia de Guerra Naval

Contraalmirante en retiro. Es Licenciado en Ciencias Navales y Marítimas. Ingeniero Naval Electrónico, Academia Politécnica Naval. Magister en Ciencias Navales y Marítimas, Academia de Guerra Naval. Diplomado en Ingeniería Industrial con mención en Gestión de Empresas, Universidad de Concepción. Diplomado en Asuntos Antárticos, Universidad de Magallanes. Diplomado en Alta Dirección, Academia de Guerra Naval. Profesor Militar de Academia en la especialidad de Operaciones Navales.

europapress