​Aprendices del pasado, artistas del futuro

|

Pia Bartolomu00e9

Las emociones son un ingrediente maravilloso que nos preparan para la vida; nos dan una sazón coherente con nuestras vivencias y, sean estas agradables o desagradables, siempre tienen un propósito beneficioso. Pero ¿qué sucede cuando esas experiencias ingratas se anclan a nuestra memoria trayendo consigo, de tanto en tanto, el recuerdo de quienes la provocaron? Es un indicador de que ese pasado no ha sido resuelto y por lo tanto sigue afectando, en un tono más negativo que positivo, esa relación.


Esta realidad, que es inherente al ser humano, se hace especialmente compleja cuando sucede en una familia empresaria, donde se suman elementos como los fuertes lazos sanguíneos, las historias comunes, las dinámicas cotidianas en la casa y en la empresa y sus roces naturales, que en estos casos parecen duplicarse. Las emociones se convierten en el débil o firme cimiento del desarrollo y proyección del negocio. Las alegrías suelen fortalecer los lazos de unión, pero los dolores no superados los debilitan, a tal nivel que pueden provocar quiebres y divisiones irreparables, truncando el que pudo ser un promisorio futuro del negocio.


En nuestro quehacer como consultores, nos topamos con muchos miembros que no han podido superar sus dolores o sanar las heridas provocadas por otros miembros de la familia, ya sea en un contexto familiar o empresarial. Recordemos que acá todo se mezcla, las formas y el fondo afectan por igual. Por ejemplo, decisiones en las que no se involucra a miembros clave, se les pasa a llevar, que ocasionan grandes pérdidas sin consentimiento de los responsables, o cuando se hace uso de la autoridad tiránica, no se respetan las jerarquías o conductos regulares, se descalifica o critica frente a otros, cuando no se dicen las cosas en el lugar adecuado, en el momento oportuno, ni de la forma apropiada, los abusos de poder, de mayorazgo... la lista no tiene fin.


A estos miembros que no han logrado superar un conflicto y que lo permean de continuo en el quehacer empresarial, les solemos llamar, con respeto, “históricos”. Y una razón curiosa que explica esta conducta la hemos identificado en el miembro que causa el malestar: su dificultad o negativa para admitir su culpa. Hemos escuchado -a muy pocos- decir con valentía y honestidad “nos han educado para competir y no dar nuestro brazo a torcer, me cuesta dar la razón al otro y más aún pedir perdón; es un signo de debilidad”.


¿Qué se puede hacer, entonces? Nuestra recomendación más a la mano, pero no por eso fácil, es cultivar una actitud conciliadora por parte de quien se sintió afrentado, perdonar y dar vuelta la página. “No perdonar, es como beber un vaso de veneno y esperar que tus enemigos mueran”, dijo Nelson Mandela. Cuando no se perdona en el mundo de los negocios, tal como en la vida, el dolor se agudiza generando conductas inapropiadas, inmaduras o de venganza (incluso inconscientes) como una forma de evasión. Y esa vía, solo puede traer más males al sistema. Al fin y al cabo, nadie está libre de cometer errores y entender esto es esencial para perdonar y, de esta forma, permitir al negocio avanzar.


Y, ¿si esto no es posible para quien se sintió herido o dañado?… nos tomamos de la práctica recomendación de Timothy Habbershon, de Babson College: “traza una línea: lo que está atrás es terapia; lo que está adelante es una elección”. Esta idea de una línea cuyo trazado marca el antes (la historia no resuelta, los dolores que requieren ayuda para sanarse) y el después (el futuro, el avance, el desarrollo, el propio deseo), brinda al sistema, y a todos sus involucrados, un poco de esperanza.


Estos dolores, muchas veces soterrados, que perturban enormemente el sistema familiar empresarial deben formar parte de las preocupaciones de quienes componen el Consejo Familiar, por el bien de la empresa y sus integrantes. Proponer la realización de intervenciones, talleres y otras dinámicas para resolver estos asuntos es clave, pero más aún es que cada afectado se haga cargo de sus dolencias. De lo contrario, la vida traerá, una y otra vez, vivencias parecidas, para ayudarnos a entender que algo necesitamos aprender.


La clave está en dejar la esclavitud del pasado, verlo como motivo de aprendizaje y convertirse en magníficos artistas trazando el futuro.


M. Pía Bartolomé V.

Psicóloga, Máster en Comportamiento del Consumidor

Gerenta de Proyectos Proteus

europapress