​El Mejor Regalo de fin de año

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Pia Bartolomu00e9


Si me lo permiten, podría resumir el quehacer de una empresa en dos palabras: recibir y dar. Recibir -a través de diversos medios- los recursos (insumos, materia prima, personas) necesarios, para dar empleo; sus servicios y/o productos. A todo lo que sucede entre esas dos palabras le llamaremos procesos, un sinfín de actividades realizadas por personas que reciben y dan, esforzándose por que los resultados sean, en lo posible, los esperados.

Sin embargo, he escuchado muchas veces decir que “donde hay personas hay conflictos”.Y es verdad. Resulta que las relaciones humanas son, aunque maravillosas, muy complejas. Y si bien algunos desearían esquivarlas, no podemos vivir sin ellas.

Gracias a estos inevitables vínculos es que sobrevivimos, nos formamos, aprendemos, creamos y aportamos en un constante dar y recibir: cariño, aceptación, cuidados, enseñanzas. Y podría continuar. Pero las relaciones tienen agridulces, porque el ser humano es sinónimo de imperfecciones; todos tenemos defectos que, en nuestro quehacer juntos, nos llevan a herirnos, provocando rechazo, crítica, resentimiento, amargura y varios más.

Sabemos que uno de los factores clave del éxito en una familia empresaria es contar con un sano y positivo capital relacional que, en esta ocasión, me gustaría resumirla en “no tener cuentas pendientes”. Con cierta inquietud y tristeza veo cómo miembros de la familia que han dedicado los mejores años de su vida a la empresa, nunca han recibido palabras de gratitud por su labor. “Para eso se le paga un excelente sueldo y bonos extraordinarios por sus resultados”, es la respuesta más común. Por otra parte, a muchos que cometen errores importantes, que afectan el bienestar emocional y económico de los demás, tampoco se les escucha decir “lo siento mucho, espero que no vuelva a ocurrir, tendré más cuidado”.

Estamos terminando el año, momento en el cual varios se toman el tiempo para evaluar cómo ha sido este ciclo y diseñar planes para tener uno siguiente mejor. Este es un buen momento para reflexionar acerca de cómo está nuestro propio capital relacional e identificar con quién tenemos “cuentas pendientes”, de este tipo o de cualquier otro. Resolver nuestros conflictos es un acto de valentía, motivado por la madurez y la sabiduría adquiridas. Hay dos palabras magníficas y poderosas que nos facilitan a todos resolver nuestras diferencias y sanar nuestros dolores; las aprendemos de niños, pero solemos dejarlas en el olvido cuando, en la adultez, nos llenamos de soberbia y orgullo. Estas son: perdón y gracias.

Pedir perdón a conciencia, por las malas actitudes, por las ofensas y errores que afectan al otro; dar las gracias con sentido, por una palabra de aliento, un favor no merecido, un gesto de amabilidad recibido, son un acto de humildad. Lo es también, el perdonar de sincero corazón y olvidar la ofensa y aceptar con alegría la gratitud del otro, aunque el bien haya sido hecho sin querer recibir nada a cambio.

Y esto aplica a cada uno: que nos perdonemos y agradezcamos, terminando este año y comenzando el que sigue sin condena ni culpa. Esto es “llevar la fiesta en paz”; abrazar sin resentimientos y disfrutar en armonía con quienes nos rodean. El mejor regalo de humildad que podemos dar y recibir, aprendido de quien nació en un pesebre.


M. Pía Bartolomé V.

Psicóloga, Máster en Comportamiento del Consumidor

Gerenta de Proyectos Proteus

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