Una situación desoladora

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Luis Riveros

Una sucesión de pésimas decisiones ha ocasionado lo que observamos en la actualidad en el centro de Santiago. Hay quienes opinan que esto se viene experimentando desde hace varios años, lo cual probablemente ha sido así efectivamente, pero no a los niveles de descontrol a que se ha llegado últimamente. Hay un nivel de delincuencia que ha ido creciendo en la misma medida en que se observa que los sistemas de seguridad y de policía han ido descendiendo ante la presión de un problema que se ha disparado. Hoy es normal observar los “lanzazos” a toda hora, las escenas de amedrantamiento contra población indefensa, el robo organizado. Además, una prostitución que ha cundido de manera inmanejable en varias áreas del centro. Todo esto ha llevado a las empresas de turismo a considerar nuestro centro como una zona de peligro, y a restringir las visitas de turistas en toda la zona histórica. El comercio ilegal ha cundido en forma visible, especialmente en las más concurridas calles, en desmedro del comercio establecido que, por cierto, ha ido disminuyendo puesto que han sido víctimas de todos estos negativos desarrollos. Lo peor, sin embargo son las cocinerías que inundan el centro y provocan suciedad y un ambiente poco respirable, además de llenar las calles y alcantarillas con desechos de todo tipo. Las amenazas a la salud humana están a la vista, cuando se exponen alimentos y bebidas a la intemperie, dejando abierta la puerta para su contaminación y el daño a la salud humana. Los servicios de control y sanitarios han sido insuficientes e ineficaces para al menos acotar el riesgo que todo esto representa. La escena de hace pocos días, cuando la fuerza pública requisó pertenencias de este comercio callejero lo dice todo: reacciones violentas, agresiones a guardias municipales y a carabineros; una situación totalmente descontrolada.

Estos problemas no son atribuibles solamente a la actual gestión municipal. En verdad el problema se viene arrastrando por al menos unos 10 años producto de señales y actitudes permisivas de parte de las autoridades a todo nivel. En el período de Bachelet II se dio impulso a una inmigración descontrolada que inundó al país de personas cuyas oportunidades se encontraron en el comercio informal. Luego en el período de Piñera II, se proveyó con señales de estímulo a la inmigración desde Venezuela, particularmente, expresándose que aquí habría oportunidades para todos. Este fue el lado de la oferta, puesto que la demanda fue la situación caótica existente en países como Haití y Venezuela que han expulsado población producto de su lamentable condición de vida. Los Alcaldes se vieron sobrepasados y también asumieron la actitud más cómoda: dejar las cosas cómo estaban para no asumir mayores costos. La actual Alcaldesa fue un poco más allá estableciendo una política de “democratización de los espacios”, procediendo en base a ello a comprometer permisos para quienes desearan participar de la actividad comercial. Por cierto la idea no debe haber sido la de provocar el resultado que hoy vemos, pero ello se produjo como una natural respuesta derivada de la necesidad de los inmigrantes. Es decir, todo se ha confabulado para que la inmigración ilegal encuentre su plena manifestación en el centro de nuestra ciudad, así como también en muchos otros sectores de Santiago como Estación Central y Franklin, por nombrar algunos.

El problema es cómo ordenar este caos. Nada se saca con distribuir culpas. Tampoco con negar el hecho bajo el argumento de que esto siempre había sido así, cosa que podemos negar los que a diario trabajamos en la comuna durante largo tiempo. Lo que se precisa es un acuerdo responsable sobre el control del comercio ilegal, especialmente de las cocinerías que operan en todo el centro, como también del control de la delincuencia que opera descontrolada. El problema es que el centro de Santiago se está viendo desocupado por muchas actividades comerciales y de servicios, lo cual pronostica un futuro con mayor ahondamiento de estos problemas, y que no son desconocidos en nuestra región. También es algo que afecta a los habitantes del centro de Santiago, familias que se ven absolutamente amenazadas en el día a día por este ambiente pernicioso. Este problema, efectivamente, va mucho más allá de la Alcaldía, y requiere de una visión de política integral establecida desde las instancias superiores del Estado.


Prof. Luis A. Riveros,

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