Rodrigo Montero



Rodrigo Montero

El Informe de Política Monetaria (IPoM) trajo noticias incómodas, en lo que a corto plazo se refiere (las de largo plazo las sabemos desde hace rato). En efecto, se podría decir que tendremos menos crecimiento y más inflación de lo que pensábamos para este 2024.

A propósito de la discusión que se ha suscitado en torno al proyecto de ley para un nuevo Financiamiento Público para la Educación Superior (FES), ¡qué útil sería contar con una Oficina de Presupuesto para el Congreso Nacional al estilo de la existente en los Estados Unidos, la Congressional Budget Office (CBO)! La CBO proporciona información presupuestaria y económica de diversas maneras y en diferentes etapas del proceso legislativo, en consecuencia, entrega a los congresistas información relevante y objetiva para apoyar su toma de decisiones. La CBO es imparcial, y lleva a cabo un análisis objetivo y neutro; más aún, contrata a sus colaboradores únicamente sobre la base de sus competencias profesionales, y sin tener en cuenta su afiliación política. Finalmente, la CBO no hace recomendaciones de políticas, es decir, se plantea desde lo objetivo, y cada informe que elabora y estimación de costos que realiza contiene la metodología empleada.

Resulta difícil encontrar un paralelo entre la positiva cifra de crecimiento para el mes de julio (4,2% en 12 meses, y la cifra desestacionalizada creciendo 1% con respecto a junio), y lo observado en el mercado laboral recientemente. Pareciera ser que el mayor dinamismo de la economía no hace mella en las frágiles cifras que aún exhibe el mercado laboral. Al respecto podemos plantear dos reflexiones.

A propósito del recientemente celebrado día internacional de la felicidad, me permito compartir algunas reflexiones. Desde la ciencia económica mucho se ha investigado respecto de cuáles son los principales factores que gatillan procesos virtuosos de felicidad o bienestar subjetivo en las personas. 

Controversia generaron las cifras de cuentas nacionales publicadas recientemente por el Banco Central. Y es que de una caída –estimada preliminarmente– de 0,2% del PIB en 2023, pasamos a un crecimiento de 0,2%. ¿Qué significa esta corrección y qué tan relevante es?

Desarrollo económico, un concepto que se nos ha hecho esquivo a los chilenos. Hace algunos años atrás, soñábamos con alcanzar el desarrollo, sobre todo amparados en las buenas cifras que habíamos logrado en términos de PIB per cápita.

El debate recurrente sobre si el crecimiento económico refleja el bienestar de una nación volvió a plantearse en el Foro de Davos, donde se habló de mirar más allá del desempeño económico para medir el progreso de un país, tomando el nivel de vida o la felicidad de la ciudadanía como medida del éxito.

Es natural que, a medida que los países transitan por su camino hacia el desarrollo, enfrenten desafíos cada vez más complejos. Las sociedades se vuelven más exigentes, enarbolando más y nuevas demandas, y los gobiernos deben encontrar la manera de satisfacer dichas demandas de una manera eficiente y sostenible en el tiempo, con recursos que siempre son escasos. En este contexto, se requiere de diseños bien pensados para las políticas públicas, que involucren desde su origen evaluaciones de impacto ex ante y ex post. 

Si de algo se sabe al otro lado de la cordillera, es de shocks, de distinto tipo claro está. De hecho, en lo más reciente están siendo testigos presenciales de cómo se están dibujando una serie de medidas que impactarán de manera relevante a la economía en los próximos meses, asestándole un shock que, al menos en el corto plazo, será difícil de digerir.

Lo admito, el titular no es muy halagüeño, pero el primer mensaje que nos dejó el IEF correspondiente al segundo semestre de este año, es que “los riesgos del escenario macrofinanciero externo han aumentado respecto del Informe anterior”.