Luis Riveros



Luis Riveros

La vuelta hacia una cierta “normalidad” ha sido el tópico que ha despertado discusión en días presentes. Recientes informes de entidades de investigación de la mayor seriedad, han indicado que tendremos que seguir conviviendo con la amenaza del COVID19 durante bastante tiempo más. Es decir, no existe ese panorama que imaginábamos al comienzo de esta pesadilla, en orden a que bastarían unos tres o cuatro meses para dar por superada la pandemia y volver a la misma vida de antes.

La situación económica es una dimensión muy reveladora del serio problema que ha traído la pandemia en todo el mundo. Las estimaciones domésticas ponían a la caída del PIB chileno este año 2020 a nivel de -2.5 a -3.0%. Recientemente el Fondo Monetario, con mayor información seguramente, ha lanzado la cifra de -4.5%, la cual, enorme como parece, es en realidad una de las menos drásticas pronosticadas para la región latinoamericana, donde México, Argentina y Brasil están cayendo a más de 5%.

El mundo vive una gran tragedia producto del Corona Virus. Nadie se habría imaginado que Paris llegara estar virtualmente cerrado, que Italia y España permanezcan asoladas por la infección, y que el propio EE.UU enfrente una crisis de proporciones en grandes ciudades, especialmente Nueva York donde el emblemático Central Park hospeda hoy un hospital de emergencia. Alemania, los países bajos y los nórdicos, además de Japón, enfrentan una situación grave, absolutamente inesperada para ellos.

Enfrentamos una verdadera catástrofe, la cual amenaza seriamente nuestra existencia y la calidad de vida futura en sociedad. Junto con ella, muchas cosas han llegado para quedarse, puesto que lo que estamos obligadamente practicando nos hará más desconfiados de los demás, y más temerosos sobre el futuro. Eso significará la necesidad de reenfocar nuestra educación hacia la formación de actitudes que contribuyan al mejor vivir en sociedad, instancia que podemos aprovechar para restituir la formación ciudadana que tanto se echó de menos en los últimos meses.

La situación que hoy vive Chile es francamente penosa y nos afectará por largo tiempo. El impacto del Coronavirus ha sido y será significativo en materia del costo humano, cuando se arriesga una cantidad importante de infectados y muertes.

Sobre Chile se ha desencadenado un conjunto de eventos catastróficos, los cuales están afectando seriamente su desenvolvimiento en lo presente y afectando su futuro, especialmente en el campo económico. No obstante, lo que podríamos llamar las “siete plagas” que han atacado a Chile en diversas dimensiones y con distintas intensidades, tienen también manifestación en todos los ámbitos de la vida nacional, incluyendo por cierto el social y político.

¡Se abría el espacio y el tiempo para buscar nuevas verdades! Bajo la guía del maestro, los alumnos ingresaban al año escolar o año académico en la acariciada aspiración de mejorar, de llenar los vacíos en los convencimientos y prácticas propias.

Muchas veces se debatió sin conseguirse resultados relevantes, la necesidad de actualizar y mejorar la educación chilena a todos los niveles.

Nuestra Nación ha sido gestada en medio de acciones violentas, que de alguna manera traducen o reflejan nuestro modo de ser, nuestro ethos nacional. Violencia que, como método social para resolver diferencias, especialmente con relación a temas que tienen que ver con el poder, no ha sido excepcional, sino más bien una cuestión consuetudinaria en nuestra historia. Es posiblemente este legado terrible el que estamos hoy día observando con sorpresa y temor.

El país sobrelleva con amargura y asombro la situación de inconcebible deterioro que sufre el estado de derecho.