Claudio Artigas, Psicólogo y asesor del Centro de Comunicación de las Ciencias U. Autónoma.

​Desafíos de fin de año: ¿Míos o prestados?

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Señor director:

Como cada diciembre, comenzamos a pensar nuestra lista de metas para el próximo año: “Bajar de peso”, “comer sano”, “menos celular”. Arrancan fuerte y se desvanecen en los primeros meses…


Pero antes de comprometernos a distintos desafíos personales, conviene hacernos las siguientes preguntas: ¿de dónde viene este objetivo?, ¿creo que ahí está la felicidad?, ¿quién soy yo en esto? Muchos desafíos nacen de mandatos sociales amplificados por redes: una vida que se ve bien. Pero la motivación no prende si no hay identificación emocional; y a veces lo peor no es fallar, sino lograrlo y sentirse vacío.


Ahora bien, el logro efectivamente trae alegría, el problema es que -como toda buena emoción- esta es pasajera. Tenemos la tendencia a pensar que una vez que logremos el objetivo, obtendremos una felicidad máxima y duradera, pero tristemente, nos damos cuenta de que no es así. Enfrentados al “fracaso”, asumimos la culpa, la frustración, nos desanimamos y susurramos hacia nuestro interior “el próximo año sí que si”


No se trata de renunciar a los desafíos, sino de elegirlos con sentido: escalados, realistas, alineados a valores, con autonomía y recursos. Diferenciar el “debo” de el “quiero”. Y practicar otra lista: lo avanzado, lo aprendido, por ejemplo. Reconocer y agradecer.


Quizás lo más difícil hoy en nuestra sociedad no es lograr más, sino dejar de vivir como si siempre faltara algo.


Claudio Artigas,

Psicólogo y asesor del Centro de Comunicación de las Ciencias U. Autónoma. 

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