Se puede decir que a noviembre 2025 estamos con un más claro control de la inflación, aunque todavía puede sorprendernos, pero no volveremos a tener inflaciones anualizadas de 4%. En octubre de 2025, la inflación registró una variación mensual de 0%, llevando la tasa anual a 3,4%, su nivel más bajo desde 2021. Este retroceso desde el 4,4% anualizado observado en septiembre reflejó una moderación significativa de las presiones inflacionarias. El resultado mensual respondió a incrementos acotados en alimentos y bebidas no alcohólicas (+0,5%), compensados por caídas en vestuario y calzado (–3,1%) y en información y comunicaciones (–1,1%). Para noviembre de 2025, el dato oficial terminó en 0,3%, como proyectó oportunamente, el ECPE-USACH, y la inflación acumulada del año fue de 3,7%, mientras que la tasa anualizada se mantuvo en 3,4%. Luego, se puede esperar una tasa para fin de año de 3,7/3,8%. En octubre y noviembre, la inflación continuó su proceso de convergencia hacia la meta del Banco Central, y se espera que continúe lentamente hacia el 3% objetivo, en 2026. La combinación de menores presiones externas, la apreciación del peso y un entorno interno más equilibrado permitió que la inflación se ubicara dentro del rango de tolerancia del instituto emisor. Con ello, el proceso de convergencia hacia la meta se mantiene bien encaminado, aunque sujeto a riesgos provenientes del panorama global y de ajustes pendientes en tarifas reguladas.
Pero, los indicadores de actividad productiva de corto plazo solo muestran un repunte acotado del PIB. El IMACEC de octubre de 2025, creció en 2,2% interanual, mientras el índice IMACEC no minero avanzó 2,6%, impulsado principalmente por servicios (2,5%) y un comercio que mostró un repunte más robusto (8,1%), mientras que el sector de producción de bienes cayó en -0,2%, anualizado. Aunque los números reflejan dinamismo en sectores clave, el dato reciente vuelve a instalar dudas sobre la fuerza real de la recuperación, especialmente porque los datos del tercer trimestre (julio-agosto-septiembre) muestran un crecimiento de 1,8% promedio mensual y solo en septiembre tuvimos 3,2% de crecimiento, básicamente por el comercio y los servicios (10,8% y 3,3% respectivamente), dato que más bien fue un caso esporádico. También se observa que, en octubre esos sectores crecieron menos, mostrando una dinámica económica a la baja, para ubicarse más bien en un PIB anual levemente por sobre 2% para 2025. Entonces, lo que se observa es que estamos ajustando la economía hacia el 2,0%, lo que no hace esperar alta tasas de actividad productiva en este cuarto trimestre del año. Luego lo más seguro es que la dinámica productiva que tenemos actualmente, nos conduzca a una tasa de crecimiento del PIB para 2025 alrededor del 2%, más que al 2,5% proyectado por el gobierno.
Un factor muy positivo es que la demanda interna ha estado recuperándose este año impulsada principalmente por la inversión en maquinaria y equipos, asociado a proyectos mineros, y por una mejora gradual en el consumo privado, sostenido gracias a la mejora de los ingresos reales (por el control de la inflación). La demanda interna registró avances significativos en comparación anual, mientras que el sector externo ha mantenido una tendencia al crecimiento de las exportaciones, las que se espera superen los cien mil millones de dólares en 2025 (a noviembre ya alcanzaban a 95.719 millones de dólares). El aumento del precio del cobre y la mejora de los términos de intercambio continúan respaldando una balanza comercial en superávit.
En conjunto, octubre y noviembre configuraron un período de continuidad en el comportamiento del cobre: fuerte presión desde el lado de la oferta, señales mixtas desde China, sensibilidad al movimiento del dólar y, en el trasfondo, una demanda estructural en expansión que ayudó a sostener el precio en rangos históricamente elevados. Al mismo tiempo, los mercados de materias primas evolucionaron de manera contrastante, mientras el cobre se mantuvo en niveles históricamente altos impulsado por riesgos de oferta y expectativas de demanda estructural, el petróleo profundizó su trayectoria bajista debido al superávit global y la moderación de la demanda. Estas dinámicas contribuyeron a un entorno inflacionario más contenido y a una mejora en la balanza comercial del país. No obstante, el proceso electoral y las reformas estructurales pendientes introducen un grado adicional de incertidumbre. El gasto fiscal previsto y la orientación de la política económica post electoral, serán variables clave a monitorear en el muy corto plazo.
Durante los meses de octubre y noviembre de 2025, el Banco Central de Chile mantuvo la Tasa de Política Monetaria (TPM) en 4,75%. La autoridad monetaria destacó que la inflación ha seguido disminuyendo en línea con lo previsto y que las expectativas a dos años permanecen bien ancladas en torno al 3%, lo que justifica una continuidad de la política monetaria sin ajustes durante el período, aunque se espera que este diciembre se baje la TPM a 4,50%. La apreciación del peso de octubre y noviembre respondió principalmente a factores externos. La decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de reducir su tasa de interés en septiembre, junto con la expectativa de un nuevo recorte hacia diciembre, debilitó al dólar a nivel global e incentivó los flujos hacia economías emergentes. En paralelo, el aumento del precio del cobre —empujado por tensiones geopolíticas y restricciones de oferta— mejoró los términos de intercambio para Chile, reforzando el impulso alcista del peso. Asimismo, la volatilidad en los mercados energéticos se moderó y el precio del petróleo se mantuvo levemente por debajo de los niveles previos, reuciendo presiones sobre la inflación importada.
La situación de estrechez fiscal, dificulta la convergencia de las arcas fiscales, lo que también genera expectativas poco favorables sobre la capacidad del gobierno de cumplir con sus metas. De acuerdo con el Proyecto de Ley de Presupuestos 2026, se contempla un gasto del Gobierno Central Total de $86.256.836 millones, equivalente a un crecimiento real de 1,7% respecto de la Ley inicial más reajustes y leyes especiales de 2025. Este sería el menor crecimiento desde 2023, cuando el gasto aumentó solo 1,0% real. Para 2026 se proyecta un déficit efectivo de $5.236.854 millones (1,5% del PIB). El ajuste cíclico de los ingresos sería de –$1.185.181 millones (0,3% del PIB), dando como resultado un déficit estructural objetivo de $4.051.673 millones (1,1% del PIB). Para los años siguientes, las metas fiscales referenciales corresponden a: 0,8% del PIB en 2027; 0,5% en 2028; 0,0% en 2029; y 0,0% en 2030. Hacia fines de 2026, se estima que la Deuda Bruta del Gobierno Central alcance $152.603.758 millones, equivalente al 43,2% del PIB. En síntesis, Chile se debe resolver el tema de estrechez fiscal, transitar por un período de recuperación sostenida y consolidación fiscal activa, en un entorno externo gradualmente más favorable.
La economía chilena cerró octubre y noviembre de 2025 mostrando señales de estabilización, con una inflación que continúa convergiendo hacia la meta y un tipo de cambio que se apreció sostenidamente en un contexto de dólar global débil y mejores términos de intercambio. La mantención de la TPM en 4,75% reflejó una postura monetaria prudente, sustentada en expectativas inflacionarias bien ancladas y en un escenario externo más favorable.
Se esperaba y se confirmó ayer martes 16 de diciembre que el Banco Central bajará la TPM a 4,50% y, en segunda vuelta presidencial, ganó Kast, confirmando las proyecciones de las encuestas, lo que significa que el proceso inflacionario avanza rápidamente a niveles de control por la autoridad monetaria. En el caso presidencial, se abren a partir de 2026, nuevas expectativas de crecimiento económico, pero también de medidas fiscales restrictivas, sobre las que habrá que estar atento, así como también respecto de las medidas de este nuevo “gobierno de emergencia” como lo denominó el mismo presidente electo.
Víctor Salas Opazo y Equipo[1] del
Conversatorio de Política Económica, ECPE,
Departamento de Economía Universidad de Santiago de Chile
[1] En el ECPE, además, participan el profesor Carlos Yévenes y Sebastián Cuéllar Pedreros como coordinador de ayudantes de investigación y Pía Inostroza, Arael González, Joaquín Núñez, Kevin Hernández y Emanuel Espinoza como ayudantes de investigación.