La Inteligencia Artificial (IA) y la automatización ya están reconfigurando el mercado laboral chileno. Y es que hoy las empresas están operando con menos trabajadores, no solo por la situación económica del país que ha llevado a recortes importantes, sino también por tecnologías que permiten hacer más con menos.
Frente a este panorama, surge una pregunta inevitable: ¿readaptarse o resignarse? El discurso de la reinvención personal —capacitarse, adquirir nuevas habilidades, adaptarse— sigue vigente, pero choca con una realidad donde muchas empresas priorizan la eficiencia por sobre la reconversión.
Pero los datos ofrecen una perspectiva que no se debe ignorar: el Global AI Jobs Barometer 2025 de PwC muestra que incluso en sectores expuestos a la automatización, los empleos crecen, y quienes dominan habilidades en IA ganan hasta un 56% más. En este contexto, la readaptación ya no es una opción moral, sino una necesidad práctica.
Muchos se preguntarán ¿por qué seguir contratando humanos si las máquinas ofrecen más eficiencia? En Chile, la automatización no es un lujo, es una cuestión de supervivencia competitiva. Las empresas que no la adopten corren el riesgo de quedar atrás frente a actores globales más eficientes. Ahora bien, la automatización rara vez reemplaza el 100% de las funciones, toda vez que requiere supervisión, criterio humano y habilidades que las máquinas no tienen como son la creatividad, la empatía y el liderazgo. Además, hay costos invisibles en el recorte: reputación, fuga de talento, pérdida de licencia social. La evidencia internacional muestra que, bien gestionada, la automatización potencia más que reemplaza.
Las profesiones más amenazadas son las rutinarias: digitadores, administrativos, atención básica. Son empleos que no desaparecerán de la noche a la mañana, pero sí mutarán drásticamente. Lo que antes era ejecución mecánica se convertirá en supervisión, resolución de casos complejos o tareas de mayor valor. No es el fin del trabajo, es el fin de determinadas funciones.
A la par emergen nuevas profesiones: prompt engineers, auditores de sesgos, diseñadores de flujos híbridos humano-máquina, entrenadores de modelos, educadores en literacía de datos. Algunas visibles ya; otras apenas incipientes. El patrón es claro: los trabajos no desaparecen, se transforman, y la clave es anticiparse.
Chile tiene una ventaja: liderazgo regional en IA, políticas públicas tempranas, ecosistema académico y empresarial dinámico. Esta posición permite no solo reaccionar, sino adelantarse. La discusión ya no es si la máquina reemplazará al humano, sino si sabremos usarla para potenciar lo humano. Y mientras otros países miran la ola desde la orilla, Chile puede —y debe— surfearla.
Gustavo Arijón.
Socio de Inteligencia Artificial y Analítica Avanzada de PwC Chile