En forma más bien jocosa se dice que nuestras autoridades de gobierno viven en Narnia, para así indicar su desapego de la realidad que efectivamente vive la ciudadanía. Narnia es el mundo de fantasía en torno al cual gira la serie de libros "Las Crónicas de Narnia" de C.S. Lewis: en él predominan animales que hablan, criaturas mitológicas y la magia es común. Es parte de un desarrollo imaginario al que pueden viajar los niños del mundo real. La serie relata la lucha entre el bien y el mal, con la figura de un ser protector y creador del mundo real. La afirmación acerca de “vivir en Narnia” corresponde a la tesis de que las autoridades no responden a situaciones reales, sino a una que está presente solamente en su imaginación. Y se extiende más allá, puesto que muchos argumentan que esta desconexión con aquella realidad que viven los ciudadanos corresponde también a la que vive la llamada clase política, que en sus debates y prioridades reflejan cosas que se siente están fuera de la realidad cotidiana y de las contingencias que de hecho enfrenta la ciudadanía. Se dice, por ejemplo, que las cosas que se priorizan en las discusiones parlamentarias, se alejan de las prioridades que efectivamente hacen ver grupos de ciudadanos interesados, así como los diagnósticos que orientan el quehacer del gobierno.
Hay por cierto una exageración en esta forma de ver las cosas. Lo de Narnia vale la pena indicarlo sólo como una exagerada ilustración del generalizado problema de lejanía de la política, y del hacer político en general, respecto de las prioridades que colocan los electores de esas mismas autoridades. Lo que pasa, a menudo, es que hay una doble distancia entre realidad y aspiraciones. Por una parte, porque las aspiraciones son usualmente muchas, y la autoridad debe establecer prioridades en el abordaje de propuestas y soluciones, lo cual muchas veces deriva en la acusación de estar en otra realidad en que esas prioridades declaradas no existen. Por otra parte, es que existe un problema en vistas a la temporalidad que envuelven demandas y soluciones. Muchas veces media tiempo en que se perciban efectivamente las medidas que aplica la autoridad o que discute el parlamento para abordar las exigencias de la gente, que no se perciben de buenas a primeras en cuanto a avances concretos. El problema más común, sin embargo, es que las agendas de las autoridades, sean estas de gobierno o parlamentarias, no toman nota de las demandas existentes y se apegan más a bien a definiciones a priori establecidas.
Un caso específico de estas desatendidas demandas, se refiere a la delincuencia que resulta en violencia física, robo y hasta la muerte de inocentes. Esto es cosa de todos los días en barrios, centros poblados y áreas rurales del país. Frente a esto, hay una poco perceptible reacción de la autoridad, más bien apegada a las estadísticas que indicarían un declive del número de delitos, cosa poco convincente para las víctimas y que además usualmente no toma en cuenta la gravedad de los mismos. Narnia o no Narnia, la percepción es que poco se avanza para terminar de manera visible con este grave problema. En general, es importante que la autoridad escuche las demandas ciudadanas y se preocupe de establecer con claridad la agenda de trabajo y así reducir la sensación de que nadie está escuchando y asumiendo de hecho un plan de acción.
Prof. Luis A. Riveros
Universidad Central