​“Impuesto" a los pacientes

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Cuando el Estado tarda hasta 300 días en pagar una factura de salud, no solo asfixia a un proveedor: estrangula una cadena crítica que va desde el guante quirúrgico hasta el ensayo clínico. La salud es un motor económico y de innovación en nuestro país—empleo formal, proveedores, I+D, transferencia tecnológica, entre otras— y su combustible básico es la liquidez. Sin caja, se cortan cirugías, se postergan diagnósticos y se encarece todo el sistema.


Los datos recientes son inquietantes. El gremio Clínicas de Chile advirtió que en junio-julio la deuda de Fonasa con el sector privado subió 26,2% (unos US$78 millones), para totalizar del orden de US$360 millones. No es un “ruido contable”: es un salto en dos meses que tensiona la continuidad de prestaciones bajo Ley de Urgencia, compra de servicios y convenios, tal como reportaron varios medios de comunicación.


En paralelo, la Asociación de Proveedores de la Industria de la Salud (APIS) viene denunciando desde comienzos de año morosidades de hasta 300 días y un saldo impago que partió en torno a US$50 millones y se fue ampliando en el segundo trimestre. La consecuencia es obvia: pymes y medianas —las que fabrican, importan, distribuyen, calibran, mantienen— operan al filo del crédito bancario mientras sostienen el abastecimiento hospitalario.


El Gobierno, por su parte, ha respondido que no hay razones para anticipar impagos y que parte del salto corresponde a cuentas prefacturadas que debieran pagarse “con prontitud”. Aun concediendo ese punto, la urgencia no cambia: cuando la deuda exigible crece más rápido que los flujos de caja, el sistema empieza a racionar (insumos, pabellones y horas médicas) y la ciudadanía lo percibe en listas de espera más grandes y suspensiones de cirugías, que afecta principalmente a los más vulnerables. 


¿Por qué esto debe importarnos más allá del proveedor de turno? Porque la salud tiene un multiplicador singular: cada peso oportunamente pagado sostiene prestaciones, empleo calificado y capacidad de innovación clínica (telemedicina, atenciones de especialistas. Cada peso pagado tarde destruye confianza, sube precios, rompe contratos y empuja a la quiebra al eslabón más débil: la pyme regional que provee desde catéteres hasta mantención de equipos.


Hoy convivimos con el peor de los mundos: presupuesto insuficiente para la presión de demanda acumulada y falta de caja para cumplir a tiempo. El resultado es un “impuesto invisible” a pacientes y equipos clínicos: cirugías diferidas, diagnóstico tardío, y un personal que debe “hacer más con menos” mientras los proveedores financian al Estado bajo un crédito forzoso.


El llamado es simple: en salud, pagar a tiempo también salva vidas. Si de verdad queremos un sistema que innove, investigue y cure, la primera tecnología se llama liquidez y el primer cambio de gestión es cumplir a tiempo. El resto —nuevos modelos de atención, IA clínica, hospitales inteligentes— se vuelve retórica si el proveedor que trae el insumo esencial no puede sostener la operación 300 días sin cobrar.


Nicolás Duhalde Correa

Investigador Instituto Libertad

europapress