​El futuro de Chile tiene canas

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Alejandro Pantoja

América Latina está envejeciendo a toda velocidad. En 2024 ya había 166 millones de personas de 50 años o más, un cuarto de la población, y en 2050 serán 280 millones. La región nunca había enfrentado un cambio demográfico de esta magnitud. Pero mientras otros países lo ven como un motor económico, en Chile seguimos atrapados en el discurso de la carga fiscal.


Los datos son claros. En Chile más del 20 % de la población tiene 60 años o más. Los mayores de 65 ya representan el 14 %, y el índice de envejecimiento llegó a 79: casi tantos adultos mayores como niños. La tasa de fecundidad es de apenas 1,16, mientras la esperanza de vida ronda los 81 años. El país envejece rápido, pero nuestra política pública y nuestro sector privado actúan como si nada estuviera ocurriendo.


La consecuencia es brutal: desperdiciamos la experiencia, el talento y las oportunidades que encierra la longevidad. Podemos impulsar el empleo, fortalecer el capital humano y aumentar la productividad si desplazamos la mirada desde la edad hacia las capacidades y la experiencia de las personas. Extender trayectorias laborales saludables, fomentar la educación continua y disminuir las brechas en salud permite generar un verdadero “dividendo de longevidad”, traducido en mayor crecimiento y bienestar, más que en un incremento del gasto en cuidados. La pregunta es por qué Chile no lo entiende.


Los sectores con mayor potencial son evidentes. La salud necesita pasar de hospitales colapsados a prevención, telemedicina y cuidados personalizados. La vivienda debe adaptarse al ageing in place y dejar de producir hogares que ignoran a una población mayoritaria. El turismo inclusivo, la educación continua y los servicios financieros podrían abrir mercados millonarios si se atrevieran a mirar más allá de los 30 o 40 años. Pero seguimos anclados en un modelo que expulsa a los mayores del consumo y del trabajo.


El problema no es solo falta de visión: es edadismo puro. Si bien una cantidad importante de la población mayor necesita de cuidados y un ecosistema de apoyo asociado, el 85 % de los mayores de 60 años en Chile es autónomo y quiere seguir activo, pero se les trata como si fueran un grupo homogéneo y dependiente. La política los reduce a programas asistenciales, las empresas los invisibilizan en sus productos y servicios, y la sociedad los aparta de la innovación. Es un error que nos cuesta productividad, cohesión social y competitividad.


Mientras tanto, afuera ya se mueven. La Corporación Financiera Internacional lanzó la Silver Economy Initiative para desarrollar productos financieros enfocados en mayores, con énfasis en mujeres, tradicionalmente más castigadas por la brecha en pensiones y acceso al crédito. Chile, en cambio, carece de una hoja de ruta. Y lo que no se planifica, se paga caro.


El país necesita un giro radical. Rediseñar la salud para envejecer en casa con calidad de vida. Reconstruir el mercado laboral con empleos flexibles y multigeneracionales. Transformar el sistema financiero hacia trayectorias vitales más largas. Crear barrios accesibles y seguros. Y, sobre todo, entender que la innovación en longevidad es un mercado que puede posicionarnos como líderes regionales.


Hoy Chile necesita abordar la transformación demográfica con estrategia. No podemos seguir mirando a las personas mayores solamente desde el asistencialismo, sino como la oportunidad de lograr, al mismo tiempo, crecimiento económico y bienestar, contribuyendo al desarrollo de manera inclusiva.


Alejandro Pantoja, 

Director ejecutivo de OpenBeauchef.

europapress