A muchos nos sorprende cómo ha cambiado nuestra sociedad en aspectos esenciales de la vida, sobre las cuales se pensaba que existía un alto grado de consenso, como son: el respeto a la vida, la concepción de la familia, el sentido del esfuerzo individual, la creencia en Dios y los valores cristianos, la autopercepción de género, etc.
Es curioso cómo han surgido ideas que desafían esas creencias tradicionales y algunas incluso, distorsionan el carácter y esencia de ellas.
Hace un tiempo escuché algo que me llamó mucho la atención y es que más personas han sido mordidas y envenenadas por una serpiente de cascabel después de cortarle la cabeza, que cuando estaba viva y esto es posible porque el sistema nervioso de la serpiente mantiene cierto grado de actividad por un tiempo, incluso después de muerta, ósea, aunque está sin vida, sigue siendo venenosa.
Quizás en la vida cotidiana ocurre algo similar, ya que muchas de las ideas que hoy rigen nuestra sociedad provienen de personas que murieron hace tiempo (filósofos, revolucionarios, intelectuales, ideólogos, políticos, etc.), con doctrinas que niegan a Dios o distorsionan su imagen, y aunque esas personas están muertas, sus ideas siguen envenenado a una parte de la sociedad.
Quizás por eso se nos advierte en Efesios 4:14, “que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por dondequiera por todo viento de doctrina, por estrategias de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”. El apóstol Pablo no habla aquí de simples ideas, sino que nos advierte de manipulaciones, de ideologías falsas que pueden destruir vidas, familias y naciones.
Por esto mismo estoy convencido, que existe una verdad que libera, que sigue siendo inmutable, que no cambia con el paso del tiempo, que no se adapta a modas ni a corrientes o pensamientos pseudo modernos, autodenominados “progresistas”, ya que fue el propio Señor Jesús quien dijo: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32) y luego orando por sus discípulos, le pide al Padre: “santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”.
No debemos olvidar que Cristo no vino a condenarnos, sino a salvarnos. Su mensaje no fue de odio, sino de amor. Él dio su vida por nosotros, pero también confrontó la hipocresía, denunció el engaño y la mentira, y nunca pactó con el error, porque el amor verdadero no traiciona la verdad.
Por eso debemos enseñarles, especialmente a nuestros jóvenes, dónde y cómo encontrar esa verdad, para que no sean arrastrados por cualquier viento de doctrina o ideología, sino que sean capaces de discernir el engaño y alejarse de esos caminos.
Entonces, sigamos el consejo del Señor, que en Mateo 7:24-27, nos dice: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca, descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”.
Por eso no construyamos sobre la arena, la sociedad y el mundo pueden cambiar, las modas e ideológicas van y vienen, pero quien construye sobre las enseñanzas de Dios permanece firme.