Una voz ausente

|

Luis Riveros

Los países latinoamericanos sufren hoy día de graves problemas derivados de fenómenos transnacionales que los afectan de manera evidente. Se hacen presente los problemas derivados del narcotráfico, del crimen organizado, de la trata de personas y de la inmigración desregulada, entre otros. Todos ellos son una forma de abatir fronteras y de hacer que los mecanismos tradicionales de regulación de los problemas transnacionales pongan en evidencia su caducidad. Sirve de ejemplo el dramático caso del apresamiento de un inculpado Ecuatoriano que había recibido asilo político en México, desatando con ello un conflicto verdaderamente inédito. Lo que ha fallado, y desde hace algún tiempo, es acrecentar el diálogo entre países, para asegurar que el espíritu de los pactos realizados se proteja debidamente en las nuevas circunstancias. Los ciudadanos observan consternados cosas como la irrupción del narcotráfico utilizando los medios más insólitos para asegurar el tránsito de la droga y su nefasto impacto en las actividades económicas y la vida social en los países. Lo mismo ocurre con la masiva emigración descontrolada desde algunos países hacia otros lo cual, en ausencia de adecuada regulación, genera problemas insoslayables, como lo están viviendo también los países desarrollados. Un diálogo con el apoyo de instancias efectivamente transnacionales, se percibe como necesario, y los tradicionales organismos no han jugado un papel trascendente en esta materia.


Las Grande Logias Masónicas del continente efectuaron este análisis inmediatamente después de finalizada la segunda guerra mundial. Congregadas para una reflexión positiva sobre la materia, dieron lugar a un Confederación (CMI) cuyo propósito, entre muchos otros, estaba el facilitar el diálogo transnacional y colaborar a la promoción de la paz, del progreso y de la equidad en los países de la región. Esta Confederación nació antes que la propia Organización de Estados Americanos, y en esos días se le vio como una instancia nacida para facilitar el diálogo y la acción coordinada de los países sobre problemas que les afectaban comúnmente. La concurrencia de un número significativo de países, entre los cuales se contó a Chile, testimoniaba el compromiso con el gran objetivo de la masonería regional, cual es el de colaborar a un mundo de mejor convivencia y con reglas estables para asegurar el progreso, la equidad y la paz. Ejercería así, discretamente, y en el marco del diálogo, un rol fundamental para avanzar en la protección de la democracia en toda la región.


Muchos ideales se depositaron en este marco de intenciones declarado en 1947. Se suscribió un acuerdo que ha perdurado a través de los años, pero que no ha experimentado una modernización o puesta al día considerando los nuevos problemas y fenómenos que los países en su conjunto están enfrentando. No ha existido ese diálogo que en 1947 se veía como necesario y no vinculante, entre la CMI, los gobiernos y las instancias multilaterales. A través del tiempo la CMI parece haberse encapsulado en sus naturales preocupaciones institucionales, dejando de lado el papel más trascendente que se le asignó en la primera Conferencia: consolidar el ideal universalista en la región y coordinar la reflexión y propuesta sobre problemas que son comunes a los países miembros. Ha sido una sentida ausencia cuando, precisamente, los organismos internacionales han denotado su debilidad para afrontar los graves y nuevos problemas que sufren nuestros países. Muchas acciones incontroladas están contribuyendo día a día destruir el ideal humanista que ha sido siempre el centro de reocupación de la masonería universal, como también la democracia que es siempre necesario consolidar.


Es de desear que la CMI retome rumbos en la línea de la misión que establecieron sus fundadores hace ya casi 80 años. Los países demandan voces independientes sobre los problemas que les afligen y que se asocian a los nuevos desarrollos y a la débil institucionalidad internacional que les caracteriza. La CMI, como asimismo otros centros de pensamiento independientes, deben esforzarse por recuperar un rol de liderazgo por medio de una discreta colaboración con gobiernos y entidades multilaterales.



Prof. Luis A. Riveros 

europapress