​¿Y después de la Ley de Protección de Datos Personales?

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Desde hace varios años que el proyecto de Ley de Protección de Datos Personales ha ocupado un lugar destacado en la agenda nacional, siendo un ámbito de gran relevancia tanto para el sector público como para el privado. Este tema cobra especial importancia para los chilenos y chilenas, quienes se encuentran cada vez más inmersos en un entorno hiperconectado, donde la transferencia de datos personales es constante. Según el Digital 2023 Global Overview Report, elaborado por We Are Social y Meltwater, en Chile tenemos casi 18 millones de usuarios de internet. A ello se suma que el 95,4% de dichos usuarios lo hacen a través de sus celulares mientras 16,5 millones están totalmente activos en redes sociales.


Estas cifras demuestran que la digitalización es parte del día a día. Por ello, es relevante que cada individuo pueda tener cierto control sobre la información que le concierne, sobre todo al considerar el derecho a la privacidad. Chile fue pionero en Latinoamérica al haber aprobado la Ley 19.628 sobre protección de la vida privada en 1999, cuyos lineamientos estipulaban ámbitos vinculados a la protección y gestión de datos. Sin embargo, los cambios tecnológicos propiciaron una nueva norma mediante la Ley de Protección de Datos Personales, proyecto que después de varios años de discusiones se encuentra en su etapa final en la Comisión Mixta del Congreso Nacional.


Al igual que la Ley de Reciclaje y Responsabilidad Extendida del Productor (REP), la inminente Ley de Protección de Datos Personales tiene que abordarse como una nueva estandarización en la relación entre individuos, empresas y Estado. Con ello, además, el mundo privado tendrá el desafío que implica incorporar una ética de datos cuyo foco será evaluar la recopilación, creación, análisis y envío de datos. Esta es una nueva forma de pensar, de cómo podemos abordar las relaciones comerciales y de marketing con clientes, proveedores y prospectos. Lo anterior, a través de pautas de conductas sobre acciones que podrían involucrar a tecnologías e innovaciones, entre ellas, la utilización de la inteligencia artificial.


En ese contexto, la tecnología es fundamental, pero ahora más que nunca tendremos que preguntarnos cómo aplicarla, en qué momento, de qué forma y por medio de relatos apropiados para diversos tipos de públicos. Las acciones de difusión y de captación, por ejemplo, de clientes seguirán siendo relevantes, pero justamente tendrán que ser abordadas con mayor inteligencia y con más resguardos. Este desafío podría parecer algo difícil al principio, si bien abrirá otros espacios para la reputación de las empresas. Por ejemplo, aquellas organizaciones que han avanzado en la incorporación de una ética de datos, sin duda, se posicionarán como organizaciones que transmiten más confianza desde la base de prácticas justas, y que tienen como centro el respeto de la privacidad de las personas.


La Ley de Protección de Datos Personales representa una evolución natural de nuestra sociedad. El estudio de Visión Humana “La empresa que queremos 2023” reveló que las personas definen como características de una buena empresa el ser transparente (43%) y honesta (40%). Es así que la ética de datos se presenta como un lineamiento regulador a interiorizar de las culturas organizacionales, siempre compatibilizándolo con la irrupción de las nuevas tecnologías en gestión y análisis de data. En este contexto, la mencionada ley representa una nueva oportunidad y capacidad para que las organizaciones continúen cultivando la confianza de sus partes interesadas, en especial, de los contribuyentes o consumidores.


Cristián Cabezas,

Solutions Director de NTT Chile

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