​Desafíos emocionales en Chile: más allá de las estadísticas

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Jorge Fuentes (2)

La reciente revelación de que cuatro de cada diez chilenos experimentan tristeza constante o gran parte del tiempo, según un estudio sobre el "Bienestar emocional de los chilenos pospandemia" de la Escuela de Psicología de la Universidad de Los Andes, es una llamada de atención urgente para que, como sociedad, nos hagamos cargo, ya que estas cifras reflejan la complejidad de los desafíos emocionales que enfrentamos.


El informe destaca una realidad preocupante: la disparidad en los niveles de tristeza entre los sectores más vulnerables y los más acomodados. El 50% de los individuos en situaciones socioeconómicas precarias reportan sentirse tristes, en comparación con el 27% en los estratos más altos. Este desequilibrio revela una brecha emocional que merece atención inmediata y políticas que aborden este hecho.


Aunque estos indicadores están vinculados a los eventos estresantes que hemos enfrentado, desde el estallido social hasta la pandemia, el estudio es claro al evidenciar la falta de herramientas y estrategias efectivas para enfrentar estas emociones. En ese sentido, los niveles de tristeza no son simplemente una consecuencia de las contingencias, sino más bien un reflejo de la salud mental general de la población, la cual señala sentirse más triste que antes de la pandemia.


Sin embargo, los datos sobre el estrés son igualmente preocupantes. Más del 57% de los encuestados afirman sentirse estresados constantemente, una cifra que se eleva al 63,1% en las mujeres. Estas cifras, junto con el hecho de que el 47,4% declara tener pocas ocasiones para disfrutar de la vida, generan un panorama desalentador.


Con esta información, la pregunta que surge es: ¿cómo enfrenta la sociedad estas emociones? La respuesta a esta interrogante es crucial, ya que revela la capacidad de afrontamiento y las estrategias que la población usa para gestionar sus emociones. Lamentablemente, la falta de recursos emocionales y de redes de apoyo podría contribuir a estos altos índices que se registran.


La tristeza y el estrés son indicadores de nuestra salud emocional de manera colectiva, y entender la complejidad de estas puede ser el primer paso hacia la implementación de estrategias efectivas que promuevan el bienestar emocional, considerando las diferentes realidades socioeconómicas que existen en el país.


Comprender, además, que no estamos ante emociones inevitables y que debemos trabajar en ellas, por ello, se hace urgente que la salud mental se conciba como un componente integral de la calidad de vida. Invertir en ella es una inversión en el futuro emocional y psicológico de Chile que, claramente, requiere fortalecer las habilidades de afrontamiento y las redes de apoyo emocional y profesional para la población.


Jorge Fuentes, 

Psicólogo y Director de Pranavida

europapress