Un quinto pie de cueca

|

Luis Riveros

Como se esperaba, ha comenzado el debate sobre una propuesta parlamentaria en orden a autorizar un quinto retiro de fondos previsionales. Esperado, puesto que una señal populista desde el Congreso se veía que hacía falta, para así poner en cuestionamiento la anunciada decisión del Ejecutivo en orden a no apoyar una iniciativa de esta naturaleza. Decisión, por otro lado, que está sujeta a una serie de condicionantes que aún no se encuentran claramente explicitados, en medio de las fotografías de alegres parlamentarios que lograron impulsar esta medida a través de un acuerdo de Comisión. Alegría, fotografías triunfales y hasta disfraces han sido las connotaciones de este debate que debiese ocurrir a nivel republicano y responsable, pero se hace de manera poco fundada y sin considerar los múltiples retos que se vienen por delante para Chile.

Estas propuestas han sido impulsadas, y cómo no, desde matinales de la TV, en los que sus conductores han cambiado de especialistas en temas como el alto poder letal en Ucrania o el análisis de la delincuencia en las calles de Santiago, a los temas de finanzas y economía. Así, se está dando un giro hacia el tema de los retiros provisionales bajo tan sólidos argumentos como: “está subiendo del precio del gas licuado!” o “la gente tiene que pagar los créditos que contrajo para adquirir equipos electrónicos y automóviles”. Por cierto, nadie cuestiona que éstos no sean temas importantes para la gente, que actuó también bajo el incentivo de retiros ardorosamente defendidos por los mismos parlamentarios. Y sucedió lo que se había advertido: una inflación que viene creciendo y es persistente en gran medida, aunque no solamente, por este aumento más bien artificial del poder de compra, y un uso de esos retiros, en gran parte, en consumo que no podría calificarse como básico o de extrema necesidad. Eso mismo se quiere validar ahora con un retiro adicional, argumentando que la gente necesita esos recursos, a menos que el gobierno se comprometa a entregarlos como un bono o subsidio extraordinario.

El problema es, como sabemos, la carga futura para el Estado producto del agotamiento de sus fondos previsionales para muchos chilenos y chilenas. Se habla de muchos miles de personas que ya se han quedado sin recursos de ahorro para jubilar. Esos tendrán que estirar la mano por una actitud compasiva del Estado y el gobierno de turno, el cual se verá enfrentado a un problema similar al de otros países, en que las pensiones de hambre se deben exclusivamente a la falta de recursos públicos, una vez que se agotaron los ahorros privados. Una diputada dijo, con total desparpajo, que el Estado les devolvería la plata a quienes se han quedado sin fondos. ¿De dónde ha salido un tal compromiso?; ¿Quién estaría dispuesto a respaldarlo del punto de vista de la disponibilidad de recursos fiscales? Aquí se actúa con mucha irresponsabilidad, frente a una ciudadanía que no está dispuesta a cambiar su corto plazo por una mejor calidad de vida en el largo plazo. Triste futuro nos espera en medio de protestas, desazón, desilusión y hambre para la población más vieja.

Es cierto que la carestía de la vida está cobrando recursos que nuestra población en mayor necesidad no tiene a disposición. Habrá que buscar manera de poder ayudarlos, focalizadamente, para que la solidaridad cumpla el papel que debe en una sociedad en que se compartan los problemas que afecten a una parte de la población. Esa disposición la ha manifestado el Ministro de Hacienda, llevando la discusión a un nivel de razonable responsabilidad fiscal y financiera. Debiera ser escuchado por los entusiastas diputados y diputadas que quieren a toda cosa ganarse algunos titulares de prensa aunque sea sobre la base de crear expectativas poca fundadas.  


Prof. Luis A. Riveros 

europapress