​Enseñanzas de Gatopardo

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Gonzalo Jimenez

El estimulo del magistral libro El Gatopardo de Giuseppe di Lampedusa es una estupenda provocación para largas lecturas y tertulias de verano. El vocablo italiano gattopardo, tiene raíces latinas y griegas, insinuando la variante de un felino grande y elegante derivado de la mezcla genética con una pantera de cuerpo moteado. Este animal parece haber tomado por asalto nuestra imaginación, transformándose continuamente desde fenómeno de la naturaleza en icono de la literatura, paradigma de la sociología y la ciencia política, representando hoy un cierto modelo mental o visión de mundo.

Además de poder comentar la poderosa, sutil e irónica pluma de la única novela de este autor que lo ha convertido en una de las máxima referencias de la literatura del siglo XX italiano, el libro es una oportunidad para ayudarnos a procesar el contexto de cambio acelerado al que estamos lanzados. Travesía en la que vamos sin manual de instrucciones, ni referencias creíbles para guiarnos.

Sin ánimo de hacer spoiler, el proceso que vive don Fabrizio, el gatopardesco príncipe y su familia, nos da importantes pistas para el presente. La trama se desarrolla en 1860 en el contexto de la unificación de Italia por Garibaldi. Presentes están los temores de terratenientes y el clero ante el cambio que amenaza sus fueros y bienes terrenales. Los personajes se dividen entre los que aspiran a preservar su status quo bajo el dominio extranjero de los borbones, y aquellos que buscan construir una nación independiente. Entre estos últimos está el sobrino encantador de serpientes, Tancredi, que intuye que “…si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”.

El Gatopardo es un hombre de carácter, respetado y temido por su aplastante seguridad, astronómica cultura y calculada arrogancia en una adormecida Sicilia que vive por siglos la contradicción de las invasiones extranjeras resistida con su tenaz omertá ante el forastero, dándose sus propias reglas del juego (institucional), con las claves del honor, la tradición y la autoridad señorial co-dependiente con la influencia eclesiástica.

El príncipe se sabe incapaz de engañarse a si mismo o a los demás, lo que, según él, le impide participar en política. Por ello, aunque inicialmente se resista a los cambios, comenzará a entender a Tancredi y en vez de negarse, irá aprendiendo a fluir con los tiempos. Por eso, se concentrará en aquello que prefiere conservar (la proyección del carácter familiar) y se desapegará de aquello que no logrará preservar (rentas feudales -ricardianas dirían mis colegas economistas- que no se reproducen por si solas, sino que deben ser continuamente recreadas a la Schumpeter). No se hace ilusiones, sabe que el tiempo de los gatopardos será reemplazado por lobos (emprendedores), chacales (especuladores) y corderos (seguidores).

La mayor sabiduría de Gatopardo es saber leer y entender el presente. Reconocer y asumir la crisis entre lo viejo y lo nuevo porque ese es precisamente el tiempo para mujeres y hombres innovadores. Gatopardo sabe que el mejor legado familiar es el cultivar carácter, pues sabe que es en base a éste, más que en dotaciones de recursos, que se constituye y co-construye nuestro destino.

La apreciaciones del Gatopardo pueden ayudarnos a nutrir nuestra intuición, valorar el cuidado de las formas sociales, y respetar los procesos para ser activos partícipes de las profundas transformaciones requeridas para construir un mundo mejor para todos.


Gonzalo Jiménez Seminario

CEO Proteus Management, Governance & Effectuation

Profesor de ingeniería UC

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