¿Esta nuestro país condenado a repetir sus fracasos?

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Mario AstorgaHace 33 años fue el plebiscito en que los chilenos nos pronunciamos si Pinochet debía seguir en el poder o no. El padrón electoral de aquel entonces éramos cerca de 7,5 millones de ciudadanos, de los cuales sufragó más del 95%; impensable desde nuestro magro 50% de participación electoral actual. Los que votamos en aquella oportunidad somos menos de un 40% del padrón electoral vigente. Un 35% del actual padrón electoral nació en democracia, después de 1990; otro 20% tenía menos de 10 años cuando retornamos a la democracia. Al menos un 60% de los inscritos en el padrón electoral actual no había nacido o no tenía edad para votar en 1988.


Si mal no recuerdo, quienes en el plebiscito de 1988 abogaban por el SI lo hacían básicamente por tres razones: a) le agradecían a Pinochet habernos liberado del desgobierno de Allende y evitar que nos convirtiéramos en Cuba, b) estaban orgullosos del Chile moderno, productivo y competitivo que había comenzado a asomarse, y c) sabían que había habido violaciones a los DDH, pero desconocían su magnitud y crueldad, por ello las relativizaban.


Los que apoyamos el NO lo hacíamos esencialmente porque a) queríamos recuperar la democracia y la libertad de expresión, b) queríamos fuera del gobierno a quien era responsable de haberle cercenado la vida a muchos compatriotas y de haberle conculcado derechos básicos a miles que no estaban de acuerdo con él. Algunos reconocíamos los buenos resultados en crecimiento de los últimos años de la dictadura, pero nos parecía una moneda de cambio insuficiente, frente a la pérdida de democracia y libertad.


La mayoría de los analistas comparten, transversalmente, que hay varias lacras en nuestro país entre las principales a) corrupción en las instituciones del Estado y en buena parte de las grandes empresas, b) aumento de la delincuencia en especial el narcotráfico y sus redes, c) el pésimo estado de la educación pública, una de cuyas consecuencias es el escandaloso número de 600.000 NINIs, que se sienten marginados del sistema, lo que los convierte en caldo de cultivo ideal para demagogias y populismos de cualquier signo; d) la mala distribución del ingreso, expresada en un salario mínimo de $300.000 y en un salario medio de $400.000, e) el desplome del actual sistema de pensiones que por no corregir a tiempo sus deficiencias solo augura miseria para los más vulnerables, f) las largas listas de espera en el sistema hospitalario; f) nuestra débil clase política, manchada por múltiples corrupciones, sin capacidad de establecer liderazgos que apunten a resolver los problemas señalados.


Mucha agua ha corrido bajo el puente desde el plebiscito de 1988, Chile ha progresado, y mucho. No somos el país perfecto, justo y equitativo, y con igualdad de oportunidades para todos que la mayoría quisiera, pero es indudable que hemos avanzando en esa dirección en la mayoría de los indicadores conocidos: casi eliminación de la extrema pobreza, disminución sustantiva de la pobreza, aumento de la cobertura en educación, especialmente en acceso a la universidad, aumento del número de pacientes atendidos y enfermedades cubiertas por el AUGE, uno de los países con el mayor índice de calidad de vida del mundo, el mejor de américa, crecimiento económico sobre el promedio mundial, mejoría en la distribución del ingreso de acuerdo al índice de GINI, etc., etc. Por ello, siendo Chile hoy un país totalmente distinto al de 1988, es sorprendente que buena parte de la publicidad de los candidatos y del apoyo de sus partidarios sea entorno a argumentos similares a los escuchados para el plebiscito de 1988 y no sobre cómo resolver los principales problemas que aún nos aquejan. Pareciera que estamos volviendo atrás y que 33 años después, todavía estuviésemos eligiendo entre democracia y dictadura. Para sus adversarios Kast representa lo peor de Pinochet, para sus adversarios Boric representa lo peor de la UP.


¿Qué ocurrió que Chile reprodujo en las personas nacidas en democracia, o que tenían 10 o menos años cuando la recuperamos, las mismas animadversiones de 1988? ¿Cómo es posible que si más del 60% de los votantes que componen el padrón no vivieron ni la UP, ni la dictadura, ni participaron de la recuperación de la democracia sigan enfrascados en las mismas disyuntivas que se presentaron entre el SI y el NO hace 33 años?


¿Cómo llegamos nuevamente a ser un país de SI o NO, de extrema izquierda v/s extrema derecha?

Algunas explicaciones: Por una parte la extrema izquierda se abrió espacio político demonizando, a costa de falsear muchas veces la verdad, la valiosa obra de la centro izquierda, (no se pueden negar los muchos errores, pero hubo avances sustantivos) y a partir del Estallido Social fueron más los dirigentes de centro izquierda que se subieron a la demonización –“no son 30 pesos son 30 años- que aquellos que tuvieron la valentía para defender las realizaciones. Para agravar la situación, muchos líderes de centro fueron tibios en condenar la violencia en contra de PyMes, iglesias, farmacias, supermercados, estaciones del metro y paraderos, y propiciaron leyes de amnistía que incluía tanto a manifestantes como a delincuentes. La derecha, parapetándose primero en los senadores designados, después en el sistema binominal, luego en las Supramayorías necesarias para hacer algunas reformas y leyes, fue retardataria de todos los cambios que la gente salió a pedir a las calles en Octubre del 2019. A raíz del Estallido varios de sus dirigentes reconocieron tardíamente su error. Uno de los empresarios más importantes de Chile propuso que el salario mínimo fuese de $500.000, casi dos veces el salario mínimo del momento. Las élites sociales y económicas asumieron que tendrían que desprenderse de ciertos privilegios heredados tanto desde nuestra cultura latifundista como de la dictadura de Pinochet. A medida que la derecha fue siendo derrotada y caían las piezas de la constitución de Guzmán-Pinochet en las cuales estaba parapetada, fue transitando más hacia la extrema derecha, lo cual fue facilitado enormemente por la radicalidad de las acciones y el lenguaje utilizado en el Estallido Social y los errores no forzados y gustitos infantiles de la imberbe Convención Constituyente, que solo sirvieron para arrinconar más a la derecha hacia el extremo.


Afortunadamente la primera vuelta de la elección presidencial demostró que la mayoría de los chilenos no queremos ser gobernados ni por la extrema izquierda, ni por la extrema derecha, pero estamos siendo forzados en la segunda vuelta a elegir entre ellos. Los discursos y programas ya fueron hechos, los candidatos no se pueden retractar. Boric condenando hoy a los delincuentes del estallido social es tan poco creíble como Kast reponiendo el Ministerio de la Mujer. La paridad en el senado nos asegura que cualquiera que sea electo Presidente tendrá un margen limitado para provocar los cambios sustantivos que son urgentes. Nuestra pésima clase política nos llevó a una elección que garantiza 4 años de total inmovilismo, ¡Que pasen rápido!



Mario Astorga De Valenzuela


europapress