Eufemismos y temores

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Luis Riveros

En la definición formal de nuestra lengua se dice que un eufemismo está constituido “por una palabra o expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra considerada tabú, de mal gusto, grosera o demasiado franca”. Es decir, la adopción de un eufemismo trata de una cierta convención de tipo social, respecto a lo que se considere tabú, de mal gusto, grosero demasiado franco. Esto constituye una oportuna reflexión, puesto que habrá muchas expresiones que, con el paso del tiempo y la apertura a nuevas realidades con que se conecta la sociedad en su permanente desarrollo, pasarán a constituirse en expresiones no aceptables o aceptadas y que deberían por ello reemplazarse por un cierto eufemismo. Puede ser una expresión o nombre más “inocente” o desprovisto de lecturas inconvenientes, sin constituirse en un eufemismo puro. Lo clave, sin embargo, es el tema de la convención social o acuerdo social, aunque no está demás decir que muchas veces un eufemismo lo que hace es dar por sentado un cierto descomedimiento representativo de tal convención. Quizás un buen ejemplo sea lo que para gusto de muchos, constituye uno de los más emblemáticos eufemismos chilenos, como es denominar a la Guerra de Arauco la “pacificación de la araucanía”, por cierto como una forma de esconder lo violento de aquél proceso histórico, fuente para muchos de una verdadera tragedia nacional. En este caso, se oculta una verdad “incómoda”, asociada a una descripción no aceptable por la sociedad en aquella época. Es equivalente a un eufemismo muchos más moderno vigente entre nosotros y que se refiere a “persona en situación de calle” para aludir a un pobre sin hogar, o a un vagabundo; lo otro sale un poco más elegante y tranquilizador de nuestra conciencia ciudadana. En realidad, ente tipo de cuestiones corresponde el sinónimo de “ambigüedades” que se otorga al concepto de eufemismos, las cuales distorsionan el entendimiento de la gente, puesto que reflejan verdaderamente los temores que abriga una sociedad.

Todo esto encuentra máximos pudores en los días que corren. Aquí se ha dado en erradicar la denominación de Negrita (una galleta por lo demás muy tradicional, que muchos disfrutamos cuando niños o jóvenes), porque alude al tema racial que en nuestros días ha pasado a ser uno muy delicado y difícil de abordar. No sólo en nuestro país, sino también en la realidad de muchos países. Se quiere así evitar que sea algo peyorativo o que ofenda a determinadas sensibilidades políticas y/o raciales. Muchos piensan que se está exagerando la nota, y que por ello, en base a similares razones, hay un listado de productos que se encontrarían bajo la cierta amenaza de un cambio de nombre. Aquí el eufemismo se estaría convirtiendo en la regla, y no para atender solamente a la excepción. La denominación “choquita” puede ser igualmente considerada despectiva con la gente “piel de chocolate”, y el camino de buscar denominaciones que no hieran susceptibilidades puede ser en realidad muy largo y sinuoso. Se está exagerando la nota, porque el uso de nombres de corte eufemístico adoptado como solución para no emplear nombres o conceptos “inconvenientes”, irremediablemente llevará a la solución de no usar nombres de fantasía, sino solamente descripciones de los contenidos de un cierto producto. “Galleta bañada en chocolate” no resulta en una marca atractiva, aunque sí indiferente a las posibilidades de atribuirle caracteres de algún tipo discriminatorio.

La generalización del eufemismo, en términos de marcas que no hieran susceptibilidades, se constituye en un buen tema del marketing aplicado y de los departamentos de estudios de las empresas. Pero por este camino hay daños que serán inevitables. Por una parte, porque se pierde la tradición, especialmente con marcas a las que pueden atribuirse propiedades ofensivas, pero que en realidad no son en sí mismas una ofensa contra nadie. Esta pérdida de tradición produce un cierto daño a la memoria social, porque habrá generaciones enteras que desconocerán los productos que consumían sus padres y abuelos, llevando de este modo a una ruptura en la relación intergeneracional. Las empresas se tratarán de proteger de futuras interpelaciones y demandas por sus marcas “discriminadoras”, “sexistas” o de “tono inapropiado”, pero irán marcando un camino, quizás inevitable, del cambio en las percepciones sociales. A lo mejor ha llega do la hora del bistec “a lo vulnerable”, como muchos ya están sugiriendo, para evitar que el nombre tradicional cree innecesarias suspicacias.


Prof. Luis A. Riveros

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