Hermanos todos... excepto la ONU

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Javier Fuenzalida A


El papa Francisco acaba de dar a conocer su nueva encíclica “Hermanos Todos”. Aun cuando vuelve a recordar lo que ya escribiera en una de sus primeras, “Laudate si” esta vez, hace una especial referencia las migraciones masivas que traspasan las fronteras de países y continentes (capítulo iv), destacando la responsabilidad y deber que le cabe a todos y, en especial, a los gobiernos de los diversos países y a las instituciones públicas internacionales, de acoger y ayudar a que los inmigrantes para que se puedan incorporar con plena ciudadanía la vida del país donde con tanto esfuerzo y sacrificio han llegado. Un número grande de los chilenos tenemos raíces extranjeras provenientes de nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos. Hay que ponerse en el papel de nuestros ascendientes y la primera generación de sus hijos como es el caso de los recientes emigrantes.

La inmensa corriente inmigratoria actual es un hecho demográfico relativamente nuevo, cuando en tan pocos años han ingresado en forma indocumentada 1.5 millones de personas. El estudio del INE “Estimación de la Población Extranjera en Chile 2018” revela que la población inmigrante reciente, desde 2014, en un 85 % son mayores de 20 años y 950.000 forman parte de los 8 millones de nuestra fuerza laboral. Provienen principalmente de Venezuela, Haiti, Colombia, Perú y Bolivia. Al inicio de esta notoria ola migratoria el país quedó sorprendió. No estábamos preparado ni acostumbrados. Las últimas inmigraciones masivas importantes ocurrieron en 1939 cuando llegaron 2.100 personas a bordo del Winipeg) y luego del fin de la segunda guerra mundial (establecidos provisoriamente en el Estadio Nacional 1947). Las otras inmigraciones, alemanes, eslavos, sirios y libaneses y otros, ocufrrieron a lo largo de décadas. Tradicionalmente ha habido en el norte del país un pequeño flujo regular de peruanos y bolivianos.

Con el tiempo la situación ha cambiado. El destaque del desarrollo de Chile dentro del contexto latinoamericano ha motivado a ciudadanos de otros países a establecerse en Chile con las perspectivas de un mejor nivel de vía para sus familias. La acogida ha sido buena. Son trabajadores y la tasa de desocupación hasta inicios del 2020 era inferior a la media del país (5.4 % en I trimestre 2020 y 7.2% general del país). Sus hijos asisten a las escuelas sin que sean objeto manifiesto de discriminaciones, bulling u otros tratos censurables.

El flujo continúa a pesar de que ha habido cambios en su composición. Ya no son notorios los inmigrantes haitianos. La línea aérea LAW creada con tal propósito llegó a trasladar cerca de 4.000 haitianos mensualmente entre 2016 y 2018 cuando la DGAC suspendió sus operaciones debido a irregularidades en sus actividades. La pandemia y la actual recesión ha obligado a muchos volver a sus países de origen. Sin embargo, la población de inmigrante del orden de 1,5 millones sigue creciendo a juzgar por el ingreso clandestino por la frontera norte del país. Una vez que pisan el territorio, el estado chileno no puede sino asistirlos y lo más probable es que se regularice su situación legal ayudándolos a ubicarse y encontrar trabajo.

Este año ha sido notorio el caso de los venezolanos angustiados por la situación caótica de su país. Son personas con un buen nivel de escolaridad, superior al promedio de los chilenos y un gran número de ellos son profesionales universitarios. El caso de los médicos es notable. El número que anualmente se somete a la prueba Eunacom casi iguala a la de los egresados de las universidades nacionales.

La legislación chilena está en proceso de cambios para adecuarse a esta nueva situación demográfica.

El punto negro son las organizaciones internacionales. Chile paga anualmente US $ 38 millones a organizaciones internacionales, principalmente a la ONU y sus filiales, UNESCO, OIT, OMC, FAO, OMS, UNICEF y otras menores. ¿Qué recibimos a cambio? No existe una rendición de cuentas en este sentido, salvo el buen pasar de sus funcionarios.

En el caso de los inmigrantes existe la ACNUR (agencia de la ONU para los refugiados) ¿Ha oído de su existencia y qué hace en el país? El gobierno, principalmente el ministerio de relaciones exteriores debiera exigir públicamente una retribución por lo que pagamos y colaborar en terreno, no desde los escritorios, en el asentamiento de la población inmigrante. Otro organismo es la OIM (Organización Internacional de Migraciones). Cómodamente, desde su oficina local, ha convocado a un concurso para un estudio sobre atención a los inmigrantes y ha publicado un sesudo mamotreto de 520 páginas sobre como deber brindarse atención sanitaria a los inmigrantes. Probablemente nadie lo ha leído y posiblemente tampoco los servicios chilenos. La razón, una repasada a las conclusiones de tal contribución indica obviedades: garantizar la salud de los inmigrantes, integración, respeto a los ddhh, evitar la desigualdad, promover el desarrollo cultural y la cohesión social, desarrollar campañas de sensibilización de la población local, fomentar la investigación sobre las poblaciones migrantes…

En otras latitudes, las corrientes migratorias generadas por diferentes factores como son los refugiados políticos, guerras locales, pobreza de nivel extremo, etc. han sido abordadas creando campamentos transitorios de los desplazados. Nada de esto le preocupa a la oficina local de la OIM o de la ACNUR ¿Sería mucho exigirles como retribución a la contribución de los chilenos que realicen un trabajo al estilo Hogar de Cristo para asistir a los inmigrantes? ¿será una ilusión ver a estos funcionarios vistiendo overall? Vale la pena leer el capítulo V de la reciente encíclica del papa Francisco señalada en que clama por una urgente reformulación de los organismos internacionales para convertirlo en instituciones activas, menos discursivas, ensuciarse las manos y menos trabajo burocrático.


Javier Fuenzalida A

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