​Una Gran Contradicción

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Luis Riveros

Existe un gran contrasentido que recorre Latinoamérica. La izquierda siempre luchó en pos de la democracia y la efectiva representación de las mayorías en gobiernos populares capaces de impulsar una agenda en pos de mayor igualdad de derechos. Ideal que contradecía la existencia de gobiernos de facto que obedecían siempre al interés de la industria dominante y sus asociados internacionales. Así por ejemplo, Somoza fue derrocado en Nicaragua para instaurar un gobierno democrático y transparente. Años más tarde, sin embargo, ese “cambio” democrático se transformó en una dictadura equivalente a aquella derrocada años atrás. Y similar despropósito prevalece hoy día en Venezuela donde, peor aún, una democracia que funcionaba en forma regular fue sustituida por una dictadura “progresista” que ha llevado al país a un caos económico y social. En otros países han emergido más fuertes los sistemas democráticos después de sustituir las dictaduras dominantes con sistemas electorales que no son perfectos como instrumento de participación ciudadana, pero suficientes para abrir un campo al perfeccionamiento de los mismos. Argentina, Chile, Perú, Paraguay y Brasil aparecen entre ellos. Sin embargo, lo que es más intranquilizante, es que la izquierda tradicional aspira a cambiar el status democrático de esos países. En los casos de Nicaragua y Venezuela continúa con el viejo discurso de los años sesenta: el imperialismo americano y sus políticas son los causantes de la protesta contra los gobiernos, a la sazón dictaduras de grupos de izquierda. Esta ha sido la posición del llamado Foro de Sao Paulo realizado en Cuba, país que tiene un largo precedente dictatorial que la izquierda prefiere llamar “caso especial de democracia”. Cuando median muertes, persecución y cárcel para los opositores, es difícil creer en la voluntad y compromiso democrático de quienes defiende esos regímenes. Sin un cambio en el discurso tradicional y sin una agenda creíble, lo de la izquierda parece sólo una grave contradicción que deberá justificarse muy bien ante la historia.


Luis A. Riveros

Universidad de Chile

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